En la organización de Jehová están sucediendo cosas muy emocionantes.
Mes tras mes leemos artículos, vemos videos o escuchamos historias de hermanos que buscan nuevas maneras de trabajar para Jehová.
Ellos se mudan a lugares con más necesidad o se ponen la meta de asistir a la Escuela para Evangelizadores del Reino.
Otros apoyan obras de construcción, renovación o mantenimiento de Salones del Reino y otros lugares.
Sin duda, muchos de los que están viendo este programa ya están deseosos de empezar a servir en alguna de estas facetas.
¡Los animamos a hacerlo!
Estén seguros de que se sentirán satisfechos y recibirán muchas bendiciones de Jehová.
Por otro lado, puede ser que entre ustedes haya algunos que se sientan tristes porque piensan que sus circunstancias les impiden hacer tanto como quisieran.
¿Qué clase de circunstancias?
Quizás la edad avanzada, la mala salud, los problemas económicos o las limitaciones físicas.
Y es probable que los antecedentes familiares o los errores cometidos en el pasado nos hagan sentir que no podemos ser muy útiles para Jehová.
Todos sabemos que concentrarnos en nuestras limitaciones puede robarnos la felicidad y desanimarnos.
¿Cómo podemos evitarlo?
La Biblia contiene ejemplos de personas cuyas circunstancias estaban fuera de su control, por lo que pudieran haber parecido un obstáculo en su servicio a Jehová.
También habla de aquellos a quienes sus padres les pusieron un mal ejemplo y de otros que sentían culpa por sus errores del pasado.
¿Permitieron ellos que sus circunstancias o su pasado
les impidieran hacer todo lo que podían por Jehová?
¿Cómo los veía él?
¿Y cómo nos ve a nosotros?
Hoy responderemos esas preguntas.
Este discurso se titula: “¿Deja usted que sus circunstancias le impidan darle a Jehová lo mejor?”.
Hablemos de algunos siervos de Jehová que afrontaron circunstancias difíciles.
El primer relato que analizaremos es el de José, el cual está en el libro de Génesis.
José padeció injusticias de la peor clase.
Su situación era especialmente dolorosa porque, al principio, fueron sus parientes —precisamente quienes debían cuidarlo más— los que le hicieron más daño.
En Egipto, José fue esclavo y, más tarde, prisionero, así que realmente estaba limitado.
¿Pero cómo reaccionaría?
Era fácil que José se preocupara tanto por lo que no podía hacer que perdiera de vista lo que sí estaba a su alcance.
¿Se dejó dominar José por las circunstancias?
¡No! Más bien, decidió hacer todo lo que podía en su situación.
A propósito, veamos cómo actuó mientras fue esclavo de Potifar.
Leamos juntos Génesis 39:4. Dice:
Las circunstancias no impidieron que José trabajara con empeño.
Y tuvo la misma actitud mientras permaneció en prisión: se concentró en lo que sí podía hacer, a pesar del sufrimiento que las injusticias le provocaban.
El segundo ejemplo es el de Ezequías.
Era muy fácil que él se sintiera condenado por sus antecedentes familiares.
Tan solo veamos el terrible ejemplo que le puso su padre, Acaz.
El relato se encuentra en el capítulo 16 de 2 Reyes.
Segundo de los Reyes capítulo 16, versículo 3, dice sobre Acaz: El padre de Ezequías hizo cosas detestables para ofender a Jehová.
Pero Ezequías demostró que no era una irremediable víctima del mal ejemplo de su padre.
¿Cómo actuó?
Abran conmigo su Biblia en 2 Reyes capítulo 18, y notemos lo que dice el versículo 3 sobre Ezequías: El versículo 5 agrega: “No hubo nadie como él entre todos los reyes de Judá”.
Él de verdad se esforzó por adorar a Jehová.
Los versículos 6 y 7 dicen que “él siguió adhiriéndose a Jehová” y que Dios “resultó estar con él”.
¡El ejemplo de Ezequías nos anima mucho!
Podemos elegir ser leales a Jehová y mantenernos muy ocupados en su servicio, aunque nuestra familia no nos haya puesto el mejor ejemplo al respecto.
No tenemos que ser esclavos de una mala crianza.
La historia de Ezequías deja claro que nuestro pasado no decide nuestro futuro.
El tercer ejemplo es el del apóstol Pablo.
Tiempo atrás, Pablo había demostrado prejuicios religiosos y había sido violento, pero no permitió que dichos errores lo detuvieran de servir de lleno a Jehová.
¿Cómo se sentía Pablo por su pasado?
Leamos juntos 1 Corintios 15:9: “Soy el más pequeño de los apóstoles”.
Más tarde le escribió a los efesios lo que se registra en Efesios 3:8, donde él se describe como “menos que el más pequeño de todos los santos”.
Por último, en 1 Timoteo 1:15, Pablo se llama a sí mismo “el más notable” de todos los pecadores.
Sí, lo que Pablo le había hecho a la congregación lo hacía sentir muy mal.
¿Podría haber pensado Pablo que no le sería muy útil a Jehová?
¿Podría haber creído que su pasado limitaba lo que podía hacer por Dios?
Sí, podría haberlo hecho, pero no fue así.
Pablo se gastó al máximo por la congregación.
¡Incluso tuvo la oportunidad de escribir más libros de las Escrituras Griegas Cristianas que nadie!
Su entusiasmo por el ministerio fue sobresaliente.
Pablo no permitió que sus errores del pasado pusieran límites a lo que podía hacer por Jehová.
Y hay muchos otros ejemplos.
¿Estamos atravesando dificultades económicas?
El relato del capítulo 8 de 2 Corintios nos habla sobre los macedonios.
Pablo dijo que ellos vivían en pobreza extrema.
Aun así, suplicaron que se les permitiera ayudar económicamente a sus hermanos.
¿Es usted mayor de edad?
Piense en Ana.
El relato de Lucas 2:36-38 dice que ella tenía 84 años de edad y que su esposo había muerto tras solo 7 años de matrimonio.
Aun así, Ana nunca faltaba al templo y rendía “servicio sagrado noche y día”.
¿Qué nos enseñan estos relatos?
Que nuestros queridos hermanos de tiempos bíblicos eran iguales a nosotros.
Muchos de ellos se encontraban en circunstancias que no habían elegido.
Pero no permitieron que ni sus circunstancias ni su pasado los frenaran.
Hicieron con alegría todo lo que humanamente podían.
Y estos son tan solo unos ejemplos.
La Biblia contiene muchos otros.
¿Por qué no decidimos, en nuestras sesiones de estudio, ahondar en ejemplos de siervos fieles que tenían circunstancias como las nuestras y ver cómo las aprovecharon?
Sin duda, saldremos muy fortalecidos.
Ya hemos hablado de personas que no permitieron que sus circunstancias les impidieran darle a Jehová lo mejor de sí.
Ahora bien, ¿cómo ve Jehová a sus siervos, a pesar de sus limitaciones?
A menudo recuerdo el ejemplo de Juan el Bautista.
Como sabemos, él fue arrestado poco después de que Jesús empezara su ministerio.
Juan podía haber sentido que ya no le era útil a Jehová, que ya no podía apoyar su obra.
Con todo, en Mateo 11:11, Jesús dijo sobre Juan: “Entre los nacidos de mujer no ha sido levantado
uno mayor que Juan el Bautista”.
Lo que Jehová y Jesús veían en Juan no era que estuviera en prisión.
Más bien, veían lo que había en su interior, así como la relación que tenía con Jehová.
Dios no se concentró en sus limitaciones.
A sus ojos, Juan era una excelente persona: seguía sirviéndole con fidelidad, dando todo lo que podía.
Y eso era lo único que realmente importaba.
Otro ejemplo que tal vez venga a su mente es el del rey David.
Como sabemos, David cometió pecados muy graves.
Sin embargo, se arrepintió, y el relato no dice que los haya vuelto a cometer.
¿Cómo veía Jehová a David?
¿Acaso pensó que era un caso perdido o que su servicio siempre se vería limitado?
Veamos lo que Jehová le dijo al rey Jeroboán en 1 Reyes 14:8: Para Jehová, David era especial.
Él dijo que había guardado sus mandamientos y hecho lo que era recto a sus ojos.
Eso era lo que Jehová recordaba.
¡Cuánto nos anima saberlo!
Si nos hemos arrepentido de nuestros errores y hemos hecho todo lo posible por enmendar la situación, podemos estar seguros de que Jehová aún nos ama, y mucho.
Él valora todo lo que hacemos por él.
¿Cuál es la lección?
Que ni nuestro pasado ni nuestras circunstancias determinan cuánto valemos a los ojos de nuestro Padre.
Él nos ama por lo que somos y aprecia nuestros esfuerzos por dar lo mejor de nosotros.
¿Por qué deberíamos esforzarnos por vernos como nos ve Jehová?
Porque si nos concentramos en lo poco que nos permiten hacer nuestras circunstancias, nos desanimaremos, perderemos las fuerzas y veremos muchos obstáculos.
Hay que esforzarnos por no hacer eso.
¿Qué ve Jehová cuando se fija en sus siervos fieles de la actualidad?
Busquen, por favor, 1 Samuel 16:7.
Los versículos anteriores cuentan que Samuel iba a ungir al que sería el siguiente rey de Israel.
Así que llegó a la casa de Jesé, quien colocó a todos sus hijos uno al lado de otro...
a todos menos a David, quien estaba en el campo.
Cuando Samuel entró, vio a Eliab.
Lo que Samuel vio lo hizo pensar que de seguro aquel joven sería el nuevo rey.
Pero noten lo que Jehová vio.
Leamos 1 Samuel 16:7: Eso es lo que ve Jehová: no nuestra apariencia física ni nuestras habilidades, sino nuestro corazón.
Jehová puede ver todo lo que haríamos si nuestras limitaciones desaparecieran.
El simple hecho de que sigamos adelante, de que demos un paso más, hace que Jehová nos tenga más cariño.
Todos estamos de acuerdo en que así es como Jehová ve a su pueblo.
Pero pudiera ser que nos cueste trabajo convencernos de que es así en nuestro propio caso.
Alguna vez se ha preguntado: “¿De verdad sabe Jehová que existo?
¿Verá él lo que hay en mi corazón, mi deseo de darle más?”.
La respuesta es sí.
Es más, Jehová ya ha visto lo que hay en su corazón.
Piense en esto:
¿por qué está viendo este programa?
¿Por qué le interesan los asuntos espirituales?
¿Por qué es usted, tal vez, el único de su familia que se ha dedicado a Jehová y se ha bautizado?
¿Por qué es, quizás, el único de su vecindario o de su lugar de trabajo que sirve a Jehová?
¿Acaso es más estudioso o inteligente que los demás?
¡No!
Ageo 2:7 dice que Jehová mecería a las naciones y, entonces, las cosas deseables de todas las naciones tendrían que aparecer.
Y Juan 6:44 dice que nadie puede acercarse a Jesús a menos que el Padre lo atraiga.
Sí, en Jeremías 31:3 Jehová dice: “Con un amor hasta tiempo indefinido te he amado.
Por eso te he atraído”.
Le pregunto de nuevo, ¿por qué le sirve usted a Jehová?
Porque él lo ama.
Él lo atrajo.
Jehová estaba sacudiendo las naciones cuando vio su corazón y encontró en él algo de mucho valor y, entonces, lo atrajo.
Jehová pensó: “Quiero guiar a esta persona hacia mi hijo.
Quiero atraerla a mí.
Yo amo a esta persona”.
Jehová no lo llamó porque tuviera usted las circunstancias ideales, sino por lo que hay en su corazón...
y porque lo ama.
Él valora mucho que sus siervos le den lo mejor que tienen.
Recordemos que Jehová se rige por su propio criterio, no por el de los humanos: él ve lo que hay en nuestro corazón.
Así que tratemos de vernos como él nos ve y de no rendirnos jamás.
Nunca olvidemos que lo que determina quiénes somos es el honor de portar el nombre de Jehová, de ser sus amigos, y el hecho de que lo amamos.
Él estará feliz si le damos lo que está en nuestra mano.
Entonces: no nos desanimemos por nuestras circunstancias.
Más bien, siempre busquemos nuevas formas de darle a Jehová lo mejor.
Queridos hermanos mayores, y también los que tienen graves problemas de salud, ustedes pueden hacer mucho por la obra que se está efectuando hoy.
¿Quieren saber qué?
Pueden orar por sus hermanos y hermanas.
Necesitamos que oren por nosotros.
Oren por el Cuerpo Gobernante, por los que llevan la delantera, por los ancianos de su congregación.
Oren por los que están atravesando dificultades.
¿De verdad logran algo sus oraciones?
¡Claro que sí!
Santiago 5:16 dice que el ruego de una persona justa tiene mucho vigor.
Por eso, no importa quiénes seamos ni cuál sea nuestra situación en la vida.
Estemos siempre felices por darle a Jehová todo lo que podamos.
Que cada uno sienta la alegría de colaborar
en todo lo que Jehová está logrando en estos últimos días.