Es un hecho que todos nosotros, en algún momento de nuestras vidas, nos hemos enfrentado a alguna situación que nos ha desanimado.
Y es que no hay persona que sea inmune al desánimo.
A veces nos podemos sentir así un par de días.
Pero, en otras ocasiones, este sentimiento dura más.
¿Qué cosas pueden hacer que nos sintamos desanimados?
En el Índice de las publicaciones Watch Tower aparece una lista de más de 20 factores que pueden contribuir al desánimo.
Algunos son: la conducta de los demás —es decir, lo que alguien haya hecho o dejado de hacer que nos lastimó—, las faltas que hayamos cometido, el hecho de que ya no podamos servir como anciano o siervo ministerial, los problemas en la congregación, los problemas de salud y los sentimientos de inutilidad.
¡Hay infinidad de razones por las que alguna vez nos podemos sentir desanimados!
Incluso el hecho de sentirnos desanimados puede desanimarnos.
Hay quien se siente culpable porque está desanimado.
¿Es ese su caso?
¡Pues bienvenido al club!
En la propia Biblia, podemos encontrar ejemplos de hombres y mujeres fieles a Jehová que se sintieron desanimados.
A Moisés le decepcionaron tanto las constantes quejas de los israelitas que le dijo a Jehová: “Por favor, mátame de inmediato”.
A Rebeca, la esposa de Isaac, le afectó tanto que su hijo Esaú se casara con mujeres paganas que en una ocasión llegó a decir que odiaba la vida, la detestaba.
¿Se ha llegado usted a sentir así alguna vez debido a algún problema en la familia?
David se sentía muy culpable por sus pecados.
En el Salmo 51:3 escribió: “Porque conozco muy bien mis ofensas y mi pecado está siempre delante de mí”.
¿Siente que sus errores lo aplastan?
Jeremías se sintió tan desanimado por la oposición, las burlas y la apatía de la gente que se prometió a sí mismo que no volvería a hablar más de Jehová ni volvería a hablar más en su nombre.
¿Se ha llegado a sentir así cuando no le va bien en la predicación?
El apóstol Pablo admitió con franqueza en Romanos 7:24, 25 que tenía una lucha contra su tendencia al pecado.
A veces aquella lucha lo hacía sentir como una basura.
Él llegó a decir: “¡Qué desdichado soy!
¿Quién me librará del cuerpo que está sufriendo esta muerte?”.
Como vemos, hubo hombres y mujeres fieles que se sintieron desanimados.
Y a nosotros nos puede pasar lo mismo.
Sentirse desanimado es parte de la vida en este mundo; lo gobierna el Diablo.
Ahora bien, es importante que meditemos en cómo reaccionamos ante el desánimo.
¿Nos ponemos en el papel de víctimas de la situación y nos sumimos en la desesperanza porque no dejamos de compadecernos de nosotros mismos?
¿O, más bien, vemos al desánimo como un enemigo contra el que hay que luchar con todo?
Todos sabemos que sentimientos como el orgullo, el egoísmo y la envidia, entre otros, son como enemigos.
Y luchamos contra estos sentimientos porque no queremos que destruyan nuestra fe ni que se arraiguen en nuestra personalidad.
Sin embargo, puede que a veces no luchemos con la misma fuerza contra el desánimo.
¿Por qué es esto un peligro?
Por favor, lean junto conmigo Proverbios 24:10.
Dice así: ¿Se dieron cuenta de por qué debemos luchar contra el desánimo?
Según estas palabras que acabamos de leer, ¿qué peligro corremos si nos desanimamos al enfrentarnos a momentos difíciles?
Nos faltarán las fuerzas.
Así es, el desánimo puede agotarnos en sentido físico, emocional, mental y espiritual.
¿Y qué pudiera sucedernos si nos faltaran las fuerzas?
Podríamos dejar de servir a Jehová con ilusión.
Podríamos perder las ganas de orarle o de estudiar la Biblia.
Podríamos empezar a faltar a algunas reuniones.
Quizás empecemos a alejarnos de los hermanos.
Podría irse apagando nuestro deseo de predicar.
Y podríamos llegar a darnos por vencidos.
Y no queremos que ninguna de esas cosas nos suceda, ¿verdad, hermanos?
Entonces, ¿cómo podemos combatir el desánimo y vencerlo?
Pues bien, el desánimo es un sentimiento, una emoción.
¿Y qué da origen a los sentimientos, o emociones?
Veamos lo que se explicó en el artículo “¿Puede usted superar las emociones negativas?”, publicado en el número del 8 de octubre de 1992 de ¡Despertad! Dicho artículo no se refería a quienes sufren depresión debido a enfermedades como el trastorno bipolar, deficiencias nutricionales, reacciones a sustancias tóxicas o medicamentos, problemas hormonales, alergias o a alguna otra complicación que requiera atención médica.
El propósito de este artículo era ayudarnos a sobrellevar el desánimo que sentimos cuando pasamos por “momentos difíciles”, como decía Proverbios 24:10.
Bajo el subtítulo “Podemos controlar nuestros pensamientos”, decía lo siguiente: Se ha dicho que no puede tenerse un sentimiento sin antes haber experimentado un pensamiento.
Entonces, el desánimo no siempre es el resultado de las situaciones que enfrentamos, sino de los pensamientos que tenemos sobre esas situaciones.
Así que el primer paso en la lucha contra el desánimo es identificar los pensamientos negativos.
A veces lo que sucede en nuestra mente es que una idea nos lleva a otra.
El problema con eso es el siguiente: esa serie de pensamientos nos puede llevar a una conclusión equivocada.
Para ilustrarlo, imagínense que para llegar a algún destino necesitan tomar un tren.
Pero ya estando arriba, se dan cuenta de que se equivocaron de tren.
Resulta que están yendo en la dirección contraria.
¿Qué se hace en un caso así?
¿Se queda uno en el tren equivocado hasta la última parada?
¡Claro que no!
En cuanto uno llega a la siguiente parada, se baja de ese tren.
Y... ¿qué hay que hacer después?
Subirse al tren correcto.
Con nuestra mente pudiera suceder algo parecido.
Una serie de pensamientos negativos pudiera estar llevándonos en la dirección equivocada: hacia el desánimo.
¿Qué podemos hacer?
Cambiar de tren, por así decirlo, y reemplazar esos pensamientos negativos por pensamientos positivos que nos den paz mental.
Esa es la clave: tenemos que esforzarnos por sacar de la mente las ideas negativas y fijarla en lo que Jehová nos enseña.
Pero esa lucha por pensar de forma positiva es algo continuo.
Y es de esa lucha de la que el apóstol Pablo habló en Efesios 4:23.
Noten cómo dice: Estas palabras nos muestran que nosotros podemos controlar lo que pensamos; podemos renovar nuestros pensamientos.
Pero, como somos imperfectos, debemos seguir esforzándonos por hacerlo.
Y no es una batalla perdida.
Jehová nos ha dado todo lo que necesitamos para que nuestra mente vaya en la dirección correcta: el poder de su Palabra inspirada, el poder de su espíritu santo, la oración y el nutritivo alimento espiritual que recibimos mediante su organización.
Hablemos a continuación de algunos pensamientos negativos que pudieran desanimarnos, y luego mencionaremos algunos pensamientos positivos que nos ayudarán a combatir el desánimo.
Hoy no fue su mejor día.
Dijo o hizo algo malo y está arrepentido.
Ha sido uno de esos “momentos difíciles”.
Usted empieza a pensar: “No sirvo para nada”.
Se subió a un tren con dirección al desánimo.
¿Decidirá no bajarse de ese tren aunque su destino final sea el desánimo?
Recuerde: la decisión es suya.
¡Puede bajarse del tren!
En vez de dejarnos llevar por ese pensamiento negativo, podemos decirnos: “Un momento.
Detente.
Eso no es cierto.
El hecho de que me haya equivocado no quiere decir que no valgo nada para Jehová.
La Biblia dice que Jehová comprende que somos polvo y que es muy misericordioso.
Jesús mismo dijo una vez que ni un solo gorrión cae a tierra sin que Jehová lo sepa.
¿Y no es cierto que nosotros valemos más que muchos gorriones?
Sí, para Jehová, yo sí valgo.
Le pediré ayuda a Jehová.
Estoy seguro de que con su apoyo no volveré a cometer este error.
Sin duda, mañana será un día mejor.
¡Qué bueno que tengo a Jehová!”.
Veamos un segundo caso.
Imagine que un hermano le dijo algo muy desconsiderado.
Ahora se enfrenta a otro de esos “momentos difíciles”.
Puede que piense: “¿Cómo es posible que un hermano que se comporta así tenga tanta responsabilidad en la congregación?
No es una persona ejemplar.
¿Por qué no hacen nada los ancianos?”.
Ese es el desánimo llamándonos y diciendo: “¡Ya es hora de abordar!”.
Pero, si nos subimos a ese tren, terminarán faltándonos las fuerzas.
Una vez más, la decisión es nuestra.
Podemos reemplazar los pensamientos negativos con pensamientos positivos.
Para hacer que nuestra mente viaje en otra dirección, podemos decirnos algo como lo siguiente: “Bueno, es cierto que el hermano me dijo algo desconsiderado.
Pero él no suele ser así.
Es muy probable que estuviera teniendo un mal día.
Como yo, él también es imperfecto.
Yo también he dicho algo fuera de lugar más de una vez, y me he sentido muy mal.
Quizás él se sienta igual.
Recuerdo que Colosenses 3:13 dice que debemos seguir soportándonos unos a otros y que debemos seguir perdonándonos con generosidad, incluso si alguna vez tenemos una razón válida para quejarnos de alguien.
Bueno, el hermano me dio una razón válida para quejarme de él.
Pero el texto también dice que Jehová nos perdona con generosidad.
A mí Jehová me ha perdonado una infinidad de veces.
No, no voy a permitir que esta situación arruine mi amistad con el hermano.
¿Qué puedo hacer yo por él?
Voy a orar por él.
Y también voy a orar por mí, para que Jehová me ayude a no guardar ningún tipo de resentimiento en mi corazón”.
Pensemos en una tercera situación.
Después de haberle dedicado años de esfuerzo a su trabajo, lo despiden de su empleo.
Ahora no sabe qué hacer.
¡Qué momento tan difícil!
Lo invaden la ansiedad y los pensamientos negativos y se pregunta: “¿Y ahora qué va a pasar?
¿Cómo voy a mantener a mi familia?
Jehová, ¿por qué permitiste que me pasara algo tan terrible?”.
Si usted sigue dándoles vueltas a este tipo de ideas, ¿adónde irá a parar?
Sí, el destino final será el desánimo, y eso lo dejará débil, agotado en sentido espiritual.
Pero tiene otra opción.
En vez de pasársela pensando en eso, pudiera razonar así: “Bueno, aún no encuentro trabajo.
¿Pero qué debería hacer?
¿Aflojar el paso en mi servicio a Jehová?
¡Claro que no!
Jesús dijo que no deberíamos angustiarnos por las cosas que necesitamos porque Jehová nos ha prometido que nos las dará si seguimos buscando primero el Reino en nuestras vidas.
También nos dijo que lleváramos una vida sencilla...
La verdad es que hay cosas que realmente no necesitamos.
Eso es lo que voy a hacer: me voy a deshacer de algunas cosas, y así tendré más tiempo para servir a Jehová.
Él me prometió que nunca me va a abandonar, así que voy a arrojar mi carga sobre él.
Estoy seguro de que me ayudará a tomar la mejor decisión”.
Hermanos, como sabemos, vivimos en los últimos días de este mundo, así que pasaremos por momentos difíciles.
A veces, será debido a nuestras propias imperfecciones y, a veces, será debido a las de los demás.
Y también debemos recordar que el Diablo está empeñado en desanimarnos.
Apocalipsis 12:17 dice que Satanás está enfurecido y guerrea contra “los que obedecen los mandamientos de Dios y tienen la misión de dar testimonio acerca de Jesús”.
El Diablo se va a aprovechar de los problemas y las situaciones difíciles que tengamos para tratar de llenar nuestra mente de pensamientos negativos y robarnos las fuerzas.
Por eso, nunca olviden que estamos a la entrada del nuevo mundo.
Hay que luchar contra el desánimo con todas las armas que Jehová nos ha dado.
No dejen de estudiar la Palabra de Dios; conviértanlo en parte de su vida diaria.
Órenle constantemente a Jehová y pídanle la ayuda de su espíritu santo, y permanezcan cerca de su organización.
Jehová nos prometió que nos dará la victoria.
Con valor, hacemos eco de las palabras del apóstol Pablo que encontramos en Filipenses 4:13: