¿Cómo se sentiría si recibiera una invitación para asistir a la próxima clase de la Escuela de Galaad?
Para muchos hermanos, ese es el sueño de su vida.
El curso ayuda a los estudiantes a aferrarse a la palabra de vida.
A otros tal vez les abrume pensar en los cinco meses de estudio intenso que les esperarían.
Todos sabemos que necesitamos estudiar la Biblia, pero puede que no sepamos aprovechar bien el tiempo que pasamos haciéndolo.
En este programa, veremos por qué es importante el estudio, qué significa estudiar y cómo podemos aprovechar bien el tiempo que pasamos estudiando.
Como la mayoría de nosotros nunca podremos ir a la Escuela de Galaad, hoy explicaremos el método que se usa en esa escuela.
Primero: por qué es importante el estudio.
Solo si estudiamos nos aferraremos a “la palabra de vida”.
Cuando Pablo escribió esa frase, estaba en prisión.
Había dedicado sus mejores años a llevar la Palabra de Dios al mundo conocido de entonces, y así cumplió su misión de “apóstol a las naciones”.
Pero su vida estaba a punto de acabar.
Mientras meditaba en los resultados de su labor, escribió una carta a los hermanos de la congregación de Filipos, en Macedonia.
Por inspiración divina, escribió un mensaje que los ayudaría a alcanzar el premio de la vida eterna.
Lo encontramos en Filipenses 2:15, 16.
Vamos a leerlo: Imagínese la alegría que sintió Pablo cuando resucitó en el cielo y se reencontró con quienes habían seguido su consejo de aferrarse a “la palabra de vida”.
Sin importar que tengamos la esperanza de vivir en el cielo o en la Tierra, estas palabras de Pablo pueden ayudarnos a conseguir la vida eterna, pues graban en nuestra mente y corazón lo que tenemos que hacer para sobrevivir a estos últimos días y obtener nuestra recompensa eterna.
La cuestión es ¿nos mantendremos sin tacha en medio de la “generación torcida y aviesa” de hoy en día?
¿Estaremos nosotros en el nuevo mundo, felices junto a otros siervos fieles de Dios?
Lo lograremos si nos tomamos en serio el consejo de Pablo y nos aferramos a la palabra de vida.
Segundo: qué significa estudiar.
Para explicarlo, tratemos de imaginarnos la siguiente situación.
Una persona va caminando y de repente se resbala por un precipicio.
Pero se agarra a la rama de un árbol, y así evita caerse al vacío.
¿Con cuánta fuerza se agarrará?
Pues seguro que con todas sus fuerzas.
De igual modo, aferrarse a la palabra de vida no es algo mecánico ni rutinario, tampoco es algo que hay que hacer de vez en cuando.
Requiere mucho esfuerzo y poner en práctica las verdades de la Palabra de Dios.
Para hacer esto, no es suficiente con conocer lo que Jehová manda y lo que condena.
Tenemos que captar los principios, las lecciones, que hay en la Biblia.
Luego, debemos ser capaces de ponerlos en práctica en las diferentes situaciones de la vida.
Esos principios deberían ayudarnos a tomar buenas decisiones y a saber cómo reaccionar ante las pruebas y las tentaciones.
Pregúntese: “¿Con cuánta fuerza me aferro yo a la palabra de vida?”.
Antes de responder, analicemos las bases del estudio de la Biblia.
Y no hablamos de métodos antiguos o nuevos ni de los aparatos electrónicos que se pueden usar.
Esto va mucho más allá de tabletas y teléfonos.
Estudiar implica pensar detenidamente.
Pero, en este mundo lleno de distracciones, no es fácil.
Hoy en día, podemos recibir información instantánea y repetírsela a otros rápidamente.
Pero eso no implica que hayamos reflexionado en ella.
Al reflexionar en lo que estudiamos, llegamos a conclusiones que nos ayudan en nuestra vida.
Agradecemos mucho todas las herramientas de estudio que tenemos.
Y deberíamos aprovecharlas al máximo.
Pero debemos tener cuidado para que, con tantas herramientas, no desarrollemos pereza mental.
Los aparatos electrónicos pueden ayudarnos a encontrar información, pero no piensan por nosotros.
Debemos esforzarnos mucho para adquirir nuevas formas de pensar.
Por ejemplo, si estudiamos “La Atalaya” en un dispositivo, podemos tocar las referencias a los textos bíblicos para consultarlos.
Con un simple toque, es posible encontrarlos y leerlos rápidamente.
Y eso está muy bien.
Si tenemos la costumbre de hacer eso, lograremos agarrarnos hasta cierto grado a la palabra de vida.
Pero ¿le gustaría agarrarse con fuerza a esa palabra de vida?
Asirse a ella con fuerza implica más que sencillamente deslizar el dedo por la pantalla y echar un vistazo rápido al contenido.
Hay que detenerse y analizar con calma la información.
Solo así conseguirá que le deje una profunda huella, que se le quede bien grabada en la mente y el corazón.
Entonces, ¿cómo sacarle más provecho al estudio?
Bueno, vamos a explicar un método que se enseña en la Escuela de Galaad.
Tiene que ver con seis preguntas.
El siguiente poema, que escribió el periodista inglés Rudyard Kipling, nos ayuda a orientar el pensamiento: Al estudiar la Palabra de Dios, hágase estas preguntas y busque información en nuestras publicaciones para conocer los detalles y aprender lecciones en sentido espiritual.
Pongamos un ejemplo.
Abramos la biblia en Génesis, capítulo 49; veremos los versículos 22 al 25.
En primer lugar, analizaremos el “cuándo” y el “dónde”.
Si investigamos un poco, nos damos cuenta de que Jacob pronunció estas palabras poco antes de morir.
Se encontraba en Egipto, pero lo que él cuenta aquí sucedió en Canaán, unos cuarenta años antes, cuando su hijo José era joven.
Bueno, ahora tenemos un cuadro más completo de estos versículos.
A continuación, leamos y analicemos el versículo 22: El retoño de un árbol frutal...
¿Quién es ese árbol?
Es Jacob, el padre de José.
¿Y en qué sentido dio fruto?
Tuvo muchos hijos, entre ellos, José, su retoño, que extendió sus ramas “por encima de un muro”.
A José se le bendijo de una forma especial, por encima del resto de sus hermanos.
¿Por qué?
Porque había demostrado tener las habilidades necesarias para ser un buen líder.
Pero, por encima de sus habilidades, José era un hombre espiritual.
Leamos ahora el versículo 23: “Los arqueros siguieron hostigándolo”.
¿Quiénes son los arqueros?
Los medio hermanos de José.
¿Cómo lo hostigaron?
Lo atacaron, en sentido figurado, al dispararle flechas de envidia, odio y celos.
Y, con el tiempo, lo vendieron como esclavo.
Vayamos al versículo 24: “Su arco moraba en lugar permanente”.
¿En qué sentido?
A pesar de todos los ataques, José respondió a la hostilidad con bondad.
Aguantó y se mantuvo leal a Jehová.
Ahora cabe preguntar “cómo”.
¿Cómo pudo mantener José un punto de vista espiritual a pesar de tanto maltrato?
Leamos el versículo 25: “Él está con el Todopoderoso”.
José contaba con la ayuda divina.
El Todopoderoso estaba a su lado en todas las pruebas.
Bien, hemos usado las preguntas para recopilar los datos del relato, pero eso no es todo.
Ahora vamos a usarlas para que el estudio fortalezca nuestra amistad con Jehová.
Analicemos ahora el “qué”.
¿Qué nos enseña esta historia sobre Jehová?
Que él nunca abandona a sus siervos leales.
Aun en lo más profundo de la prisión, José no estaba solo.
Jehová lo bendijo hasta en esas circunstancias.
Relacionemos este pasaje con el pueblo de Jehová de hoy en día, del que todos nosotros formamos parte.
Jehová nunca nos abandona.
Más bien, muestra amor leal a los que le sirven con todo el corazón.
En el caso de José, ¿lo abandonaría el resto de su vida en la prisión?
No.
En su debido momento, lo liberó.
José pasó de ser un prisionero encadenado a ser el segundo hombre más poderoso de Egipto: de la prisión al palacio en un solo día.
Veamos qué tiene que ver eso con nosotros.
Las pruebas son temporales.
Jehová nos liberará pronto, aunque puede que lo haga cuando no lo esperemos o de un modo que nos sorprenda.
Mientras tanto, no estamos solos, Jehová está a nuestro lado.
Preguntemos de nuevo “qué”.
¿Qué aporta este relato al tema de la Biblia?
Es cierto que José sufrió, pero su sufrimiento permitió que la descendencia de Abrahán sobreviviera, y así pudiera llegar el Mesías.
La vida de José no es solo una historia fascinante.
Contribuyó directamente al cumplimiento del propósito de Jehová.
Piense en esto: a pesar de la mala conducta de sus hermanos, José los perdonó y tomó la iniciativa para que ellos pudieran arreglar las cosas con él.
La actitud de José fue un reflejo de la manera de actuar de Jehová.
Cuando la familia se reunió de nuevo, Jehová mismo perdonó a los hermanos de José y también tomó la iniciativa para que pudieran recuperar su amistad con él.
De hecho, Jehová le dio a Judá, uno de los hermanos de José, el honor de ser antepasado del Mesías.
¿Qué lecciones aprendemos de este relato?
Destacaremos solo una: Génesis 49:23.
A José le dispararon flechas de hostilidad.
Pero ¿recuerdan lo que dice el versículo 24 sobre su reacción?
En otras palabras, no se vengó.
Dejó su arco en su lugar.
Piense en la última vez que alguien le hizo algo malo.
¿Cómo reaccionó?
¿Buscó su propia vindicación?
¿Insistió en sus derechos?
¿Lanzó flechas de hostilidad, o mostró compasión y amor leal?
¿Demostró con su reacción que el espíritu santo actuó en usted?
Al igual que José, nosotros sabemos que contamos con la aprobación de Jehová aunque nos traten mal o suframos pruebas que nos hagan sentir en una prisión.
Las preguntas de reflexión como estas nos ayudan a interiorizar el relato, a que sea parte de nosotros, de nuestro modo de pensar y actuar.
Eso fortalece nuestra amistad con Jehová.
Estudiar así no solo nos aportará una colección de datos, que impresionan hoy y mañana se olvidan.
Nos permitirá recordar principios fundamentales, que influirán en nuestras decisiones y nos guiarán en la vida.
Así nos aferraremos con fuerza a la palabra de vida.
Repasemos las bases del estudio.
Recuerde que no se trata de métodos viejos o nuevos ni de qué aparato electrónico usamos.
No estamos hablando de dispositivos.
Hablamos de los métodos fundamentales de estudio.
Podemos comparar estas tres fases del estudio a las tareas de recolectar y cribar cereal, y hornear pan.
“Recolectar” sería la lectura de la Biblia.
Cuando se recolecta, uno no va corriendo por el campo y agarrando un puñado de acá y otro de allá.
Se hace de modo ordenado.
Al “cribar” —respondiendo las preguntas “quién”, “qué”, “dónde”, “cuándo”, “cómo” y “por qué”—, clasificamos los datos.
Y, cuando reflexionamos, “encendemos el horno”, por decirlo así, de nuestra mente y corazón.
Nadie puede hacerlo por nosotros.
Estas preguntas hacen que el estudio fortalezca nuestra amistad con Jehová.
Más importante aún, ¿qué nos enseña esto sobre Jehová?
¿Qué aporta al tema de la Biblia?
Y, finalmente, ¿cuál es la lección para nosotros?
Jehová nos regaló una mente deseosa de aprender, que puede desarrollar la capacidad de pensar.
Cuando nos esforzamos por encontrar las perlas escondidas que hay en la Palabra de Dios, descubrimos que se puede disfrutar del estudio y obtener beneficios de él.
Más que eso, el estudio nos permite aferrarnos a la palabra de vida.
Así, nuestra vida mejorará y tendremos la oportunidad de seguir aprendiendo de nuestro Padre celestial por toda la eternidad.