Christopher George: Ajustemos las velas cuando soplan los vientos de cambio

Aquí en Betel hay un dicho que conocemos muy bien, “lo único constante en la vida es el cambio”.

Pero francamente con todo lo que estamos viviendo ahora mismo, parecería que ese dicho ya se quedó corto. ¿No creen? Vemos cambios constantes por todos lados. Hasta este mismo bosquejo, desde que se 

preparó hace varios meses, ha sufrido muchos ajustes. Y lo digo solo para  ilustrar  que  vivimos  en  un  tiempo  de  grandes  cambios.  Por supuesto, pertenecemos a una organización que no elude los cambios. 

Aún en los tiempos del hermano Russell, si se encontraba que alguna de  nuestras  creencias  no armonizaba  con  la  Palabra  de  Dios,  la organización  hacía  los  ajustes  necesarios.  Y  desde entonces,  la organización sigue haciendo cambios. ¿Verdad que nos alegra que el esclavo fiel y discreto siga haciendo los ajustes necesarios por causa de la obra de predicar, por el nombre de Jehová  y,  desde  luego,  por  su  pueblo,  sus  ovejas?  Así  que,  si  lo pensamos bien, los cambios no siempre son malos. Ahora bien, no todos los cambios tienen el mismo impacto. 

En los últimos años se han hecho muchos ajustes en Betel, varios de los  cuales  nos  han  beneficiado.  Por  ejemplo,  al  tener  los  sábados libres,  podemos  ir  a  predicar  con  la  congregación  más a  menudo. Además,  cuando  cumplimos  los  70,  se  nos  concede  un  día  libre adicional. Así podemos atender asuntos personales y disfrutar más de la  predicación.  ¡Qué  bendición!  Y  si  enfermamos,  podemos  ver  la adoración matutina y el estudio de la Atalaya en nuestras habitaciones. 

Estos cambios son agradables, y las ventajas que tienen los cambios no terminan allí. Pero, en ocasiones, hay cambios en la vida que, por decirlo así, nos sacan un poco de nuestra zona de confort. ¿No es verdad? Quizás nos causen cierto grado de ansiedad por el temor a lo desconocido. O tal vez creamos que, debido a cierto cambio, perderemos el control de nuestra vida. Todo eso suele ir acompañado de angustia. En realidad, sea cual sea la causa, si estamos demasiado preocupados por lo que ocurrirá, puede pasarnos lo que dice Proverbios 12:25. “La solicitud ansiosa en el corazón de un hombre es lo que lo agobia”.

Así  que  la  excesiva  inquietud  puede  impedir  nuestro  progreso  o provocar  que  aflojemos  el  paso,  pues  hará  que  nos  sintamos abrumados por las cosas que pasan a nuestro alrededor. La inquietud hará que nos preguntemos, ¿Cómo me afectarán estos cambios a mí? 

El título de este discurso alude a lo que hace un marinero a bordo de un velero. ¿Por qué? Bueno, cuando un barco navega, podría parecer que el marinero está a merced de los elementos. Y lo está. No puede cambiar  el  clima.  Solo  puede  adaptarse  a  él.  Pero  un  marinero experimentado  es  capaz  de  mantener  el  control.  Sabe  que,  para mantener el curso del barco y seguir adelante, debe ajustar las velas y así aprovechar el viento que sopla en diferentes direcciones. 

Claro, al principio, el mal tiempo quizás lo obligue a bajar la velocidad. Pero el barco solo seguirá su curso si el viento impulsa las velas. Y si alguna vez han visto competencias de veleros, de grandes veleros, estarán de acuerdo en que son impresionantes las maniobras y los giros que pueden hacer los marineros experimentados para navegar más  rápido.  

Bueno,  tal  vez  sintamos  que  no  tenemos  el  control absoluto sobre algunos aspectos de nuestra vida en Betel. Y es verdad. No lo tenemos. Nuestras circunstancias cambian constantemente. Aún así, podemos controlar nuestra vida. ¿Pero cómo? ¿Por qué lo decimos? Leamos el primer texto de este discurso. Está en el Salmo 46. Noten lo que dice Salmo 46: 1-3. “Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza, una ayuda  siempre  disponible  en  tiempos  de  angustia.  2 Por  eso  no tendremos  miedo  aunque  la  tierra  sufra  cambios, aunque  las montañas  se  hundan  en  las  profundidades  del  mar,  3 aunque  sus aguas rujan y lancen espuma, aunque sus turbulencias sacudan las montañas”.

Claro, las circunstancias descritas aquí son muy extremas, y de ningún modo estoy diciendo que así sea la vida en Betel. El punto es que, a pesar de los enormes cambios, montañas que caen al mar, océanos que se agitan, el salmista dice que no tenía por qué preocuparse. No había perdido el control ni tenía miedo. ¿Por qué? El versículo 1 contesta, “Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza, una ayuda siempre disponible en tiempos de angustia”. Esa es la razón por la que no sentía miedo. Jehová es nuestra fuerza. Él es nuestro refugio. 

Su estabilidad, el hecho de que nada lo puede hacer tambalear, nos da fortaleza y equilibrio. De modo que, mientras nos aferremos a la mano de Jehová, nunca perderemos  el  equilibrio  por  completo,  y  aun  si  perdiéramos  la estabilidad por un momento, porque atravesamos aguas turbulentas, lograremos adaptarnos, pues Jehová está con nosotros y nos ayudará. En este discurso:

  • Hablaremos de tres cambios significativos. Algunos ya han ocurrido, otros  están  afectando  a  nuestra  familia  ahora  mismo,  y  otros cambios que, muy probablemente, nos afectarán a mayor grado en el futuro. 
  • También veremos tres relatos bíblicos que nos ayudarán a percibir el inmutable amor que Jehová siente por nosotros y su capacidad para ayudarnos a sortear cualquier tormenta. El primer ajuste fue el cambio de ubicación.

¿Recuerdan aquel día? 6 de enero de 2015. Parece que ha pasado mucho tiempo. Y es verdad. Con lo rápido que se va el tiempo en Betel, parece mucho. Era un día normal. Fuimos al comedor a desayunar tortilla de huevo con queso y cebolla, un poco de granola, y entonces oímos aquel anuncio histórico del cuerpo gobernante. Era un cambio relacionado con los departamentos que serían reubicados a Wallkill.

¿Seguro lo recuerdan? Ya no sería el departamento de computación ni el departamento regional de diseño y construcción, sino que ahora el departamento de servicio y la oficina del comité de sucursal serían reubicados  a  Wallkill.  Piénsenlo  un  poco.  ¿A  cuántas  personas  les cambió la vida ese anuncio tan breve en la adoración matutina? Ese ajuste  también  incluyó  que  el  departamento  regional  de  diseño  y construcción se trasladaría a Puerto Rico. ¿Quién lo hubiera pensado? 

¿Alguien lo vio venir? Los cambios pueden ocurrir con gran rapidez. A raíz de aquel anuncio, el mes siguiente, unos 400 miembros de nuestra familia de Patterson y Brooklyn comenzaron a mudarse a Wallkill. Aquello fue el preludio de grandes  cambios  para  todos,  y  aunque  fue  un  enorme  ajuste, parecería que ocurrió hace mucho tiempo. Pues bien, cuando ya nos empezábamos a adaptar, llegó el mes de septiembre. 

Segundo ajuste De  nuevo,  fuimos  a  desayunar  y  sí,  había  granola  una  vez  más. Entonces  escuchamos  un  anuncio  a  la  familia  Betel  sobre  ajustes adicionales que habría en la organización. Se dijo que la familia Betel de todo el mundo se reduciría de manera importante y que se daría aún  más  impulso  a  la  predicación.  También  se  explicó  cómo  este cambio serviría para dar más apoyo a la obra. Además, se nos dijo que la  familia  Betel  de  Estados  Unidos  ya  no  conservaría  los  edificios conectados por túneles, como se había planeado. 

Más bien, se venderían todas las propiedades de Brooklyn y todos los departamentos se trasladarían a las instalaciones ubicadas fuera de la ciudad. Esto implicaba más movimientos. Y de acuerdo con lo que se nos ha informado recientemente, la reubicación ya está en marcha. Hemos visto indicios de eso, ¿verdad? Obviamente, la semana que se hizo aquel anuncio tuvimos que ajustar nuestra adoración en familia. Era necesario ir a nuestras habitaciones y hablar sobre estos cambios y el efecto que tendrían en nuestras familias. Por supuesto, a nivel individual y como familia, obedecemos realmente todas  las  instrucciones.  

La  organización  tiene  razones  para  hacer cambios, y lo entendemos. Por eso, queremos colaborar. Pero para muchos, de veras supone un tremendo cambio. Tal vez tengan que dejar el lugar en el que han servido durante años desde que llegaron a Betel. Puede que estén acostumbrados a estar cerca, no solo de sus amigos, sino de la congregación donde han servido por mucho tiempo. O pensemos en otros que quizás llevaron a sus padres envejecidos a vivir cerca de donde sirven a Jehová. ¿Tendrán sus padres la posibilidad o la salud suficiente para mudarse del nuevo otro lugar? Se trata de situaciones reales. Es muy comprensible que esto nos cause ansiedad y nos veamos un poco preocupados, o en ocasiones hasta nos sintamos abrumados. ¿Qué puede ayudarnos? ¿Qué podemos hacer nosotros para seguir adelante? Lógicamente, hay decisiones que no podemos cambiar. Ese no es nuestro papel ni pretendemos asumirlo. 

Queremos cooperar con los ajustes y buscamos maneras de hacerlo. Bueno, veamos las palabras de David en el Salmo 40. Aquí, en el Salmo 40, vean lo que él escribió en el versículo 5 y fíjense en la confianza que refleja. Dice: ”¡Cuántas cosas has hecho, oh, Jehová mi Dios! Son muchas tus obras maravillosas y tus pensamientos a nuestro favor— nadie puede compararse contigo—. Si tratara de narrarlos y hablar de ellos, serían demasiados, más de los que puedo contar”.

Buenos quizás sea momento de abrir el baúl de los recuerdos para hacer un recuento de todas aquellas cosas que Jehová ha hecho por cada uno de nosotros aquí en Betel. Por ejemplo, ¿recuerdas cuando él te llevó de la mano el primer día que llegaste a Betel y estabas tan nervioso? O quizás eras una chica recién casada y Jehová te ayudó a adaptarte a una nueva ciudad, a una nueva  congregación,  al  matrimonio  y,  por  supuesto,  a  tu  nueva asignación. ¿Recuerdas aquel día que estabas tan triste y él te envió no solo a la persona correcta, sino a la persona correcta con las palabras precisas en el momento justo para ayudarte a seguir adelante y a no cometer el error de dejar tu servicio?

La verdad es que todos podemos hacer una larga lista de las cosas que Jehová ha hecho por nosotros y que nos confirman lo mucho que nos ama y nos cuida. Eso nos ayudará como a David a sentir confianza. Entonces, ¿confías en que Jehová te ayudará de nuevo? El tema de la Atalaya que acabamos de analizar sobre la fe nos dejó mucho en que pensar. ¿Tenemos fe en que él nos volverá a ayudar? Isaías 59:1 dice, “La mano de Jehová no es tan corta como para no poder salvar”. No hay  nada  que  Dios  no  pueda  hacer  a  favor  de  los  que  son  fieles. 

Recordemos lo que ha hecho por nosotros. Si hace falta, pongámoslo por escrito y oremos al respecto para que podamos decir, sí, Jehová de verdad me ha cuidado. Hablemos ahora de otros hermanos a quienes también afectó aquel anuncio. Quizás están un poco inquietos porque, finalmente, no se mudarán. Tal vez tenían la esperanza de irse y la ilusión de llegar a un nuevo  lugar.  Como  están  dispuestos  a  adaptarse,  ya  estaban haciéndose a la idea. Pensaban, ok, ya estoy listo. ¿Y luego? Ah, no, al final yo no iré. 

Bueno, ante esto quizás podamos pensar. Pero, ¿por qué yo no? A ver, mi  departamento  y  mi  trabajo  se  mudan.  Mis  amigos  también  se mudan. ¿Pues qué pasó? ¿Hice algo mal? Obviamente no es que hayas hecho algo mal. Es solo que hay circunstancias y es necesario tomar decisiones.  Por  lo  tanto,  haremos  bien  en  preguntarnos  cómo reaccionaré ante este tipo de sentimientos. Proverbios 13:12 afirma, “Las expectativas que tardan en cumplirse enferman el corazón”. Pero la  edición  revisada  en  inglés  tiene  una  nota  sobre  la  palabra expectación,  que  dice  esperanza.  Así  que,  si  no  sucede  lo  que esperamos, podemos sentirnos muy abatidos. Eso es natural. 

La pregunta es, ¿permitiremos que las emociones nublen nuestro buen juicio? ¿Dejaremos que esos vientos nos desvíen, nos hagan bajar la velocidad  o  que,  por  un  instante,  nos  lleven  a cambiar  de  rumbo porque,  al  fin  y  al  cabo,  parece  que  ya  no  vamos  hacia  donde creíamos? Quizás pensemos que ya no estamos avanzando igual que antes. 

A fin de conservar una actitud positiva y actuar con sensatez para mantener el curso, a veces debemos ajustar nuestra mentalidad. Sobre todo si no está en nuestras manos cambiar las circunstancias. Es muy fácil compararnos con los demás, pero eso no es sano. Gálatas 6:4 dice que evitemos las comparaciones. No debemos compararnos con nadie ni comparar nuestro trabajo con el de algún otro cristiano o miembro de la congregación. Evitar comparaciones 

Por tanto, ¿qué podemos hacer? Bueno, busquemos el primer relato bíblico  que  nos  ayudará  a  ver  por  qué  debemos  evitar  las comparaciones. Veremos la ocasión en que fueron seleccionados los doce  apóstoles.  Meditemos  en  lo  que  significaba  estar  con  Jesús mientras  estuvo  en  la  Tierra,  conocerlo  bien,  trabajar  lado  a  lado, aprender directamente de él, escucharlo día tras día. ¡Qué gran honor! 

Ellos tuvieron esa oportunidad durante tres años y medio. ¿Verdad que cambiaríamos  todo  el  tiempo  que  fuera  necesario  para  poder aprender directamente de Jesús, aunque fuera por un instante? Sin lugar a dudas, había muchos que deseaban el privilegio de ser uno de los discípulos más cercanos de Jesús, uno de los apóstoles. Pero era hora de escoger solo a doce, y sabemos que Jesús podía elegir entre muchos.  Veamos  lo  que  dice  el  primer  capítulo  de  Hechos.  En  el capítulo 1 se describe la ocasión en que se designó al sustituto de Judas. Los versículos 21 y 22 muestran lo que pasó después de que Jesús murió y ascendió al cielo. 

Veamos lo que ocurrió. Dice: “Por lo tanto,  es  necesario  que,  de  los  hombres  que  nos  acompañaron durante todo el tiempo en que el Señor Jesús realizó sus actividades entre  nosotros,  22 desde  que  Juan  lo bautizó+  hasta  el  día  en  que estaba con nosotros y fue llevado arriba, uno de estos hombres llegue a ser testigo con nosotros de su resurrección”.

Así que había muchos seguidores. Los apóstoles los conocían, y por eso podían elegir a uno de ellos. Entonces, imaginemos la escena. Ha pasado  un  año  y  medio  desde  que  Jesús  comenzó  su  ministerio, después de su bautismo. Es hora de elegir a los doce apóstoles. Vean lo que dice Marcos capítulo 3, desde el versículo 13, sobre lo que hizo Jesús. “Luego subió a una montaña y mandó llamar a los que él quiso, y ellos se reunieron con él. 14 Entonces formó un grupo de 12, a los que llamó apóstoles. Ellos lo acompañarían, y él los enviaría a predicar 15 y les daría autoridad para expulsar demonios”.

Así que Jesús los seleccionó. El relato de Lucas dice que primero pasó toda la noche orando, luego se acercó y, de entre todos los discípulos, escogió a los doce. Ahora, imagínate que estás tú ahí. Tal vez seas uno de los que permaneció lealmente con Jesús desde su bautismo. Quizás, al igual que Andrés, Juan, Pedro y Santiago, aceptaste seguir a Jesús sin pensarlo dos veces. Dejaste todo atrás y lo seguiste de inmediato. Te hiciste creyente y abandonaste todo. Sin embargo, Jesús no te elige a ti para estar entre los doce. ¿Cómo te sentirías? 

  • ¿Menospreciado? 
  • ¿Agraviado? 
  • ¿Creerías que se cometió una injusticia? 
  • ¿Empezarías a criticar a quienes fueron seleccionados? 

No, claro que no lo harías. Más bien dirías, de acuerdo, no estoy entre los  doce,  pero  ¿de  qué  bendiciones  sí  podré  disfrutar?  ¿Qué bendiciones tuvieron aquellos hombres? Por lo que informa el Libro de Hechos, continuaron siguiendo a Jesús. Estos  discípulos  permanecieron  muy  cerca  de  él  y  pudieron  seguir escuchándolo  directamente  mientras  enseñaba  y  predicaba. Seguramente, los que se quedaron con Jesús estuvieron entre quienes escucharon el famoso sermón del monte que él pronunció algunos días después. 

Además,  se  les  concedió  el  honor  de  participar  en  la  predicación. Primero, Jesús envió a los doce y luego envió a setenta discípulos más a  predicar.  Así  que  estos  recibieron  la  misma  bendición  que  los apóstoles. ¿Podían ayudar a otros a conocer al Mesías y, en el futuro, tendrían la misma recompensa que los doce apóstoles? Se les ungiría para vivir con Jesús en los cielos después de que resucitaran. 

Entonces, ¿Qué aprendemos? Bueno, en vez de pensar que no se nos ha tomado en cuenta, sea por el tipo de asignación que recibamos o por el lugar a donde se nos haya enviado, debemos ajustar nuestra mente y pensar cuáles son las cosas que sí tengo, las que sí puedo disfrutar. Hemos dedicado nuestra vida, tiempo, energías y nuestros dones intelectuales, cosas que sí podemos controlar, a cumplir con nuestro ministerio, es decir, con lo que se nos ha asignado, sea en Betel o en el campo. 

Pues, ¿Qué otra opción tenemos? ¿Bajar las velas e irnos a la deriva? Nadie quiere eso. Esa no es la razón por la que decidimos servir en Betel. Además, sería muy peligroso. Debemos evitarlo. Más bien, nos concentramos  en  lo  más  importante.  Busquemos,  por  favor,  2 Corintios 4. Noten lo que dice después de señalar, en el versículo 17, que  la  tribulación  es  momentánea  y  liviana.  Vean  lo  que  dice  el versículo 18. “Mientras mantenemos la vista fija en las cosas que no se ven, y no en las cosas que se ven. Porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas”.

¿Cuál es la lección? Todo lo que hay en este sistema, salvo nuestra relación  con  Jehová,  es  temporal.  Nuestras  asignaciones  son temporales. Nuestros lugares de trabajo son temporales, y el lugar donde vivimos  quizás también  sea  temporal.  Lo  que  no  cambia  es nuestra lealtad, devoción e integridad a Jehová. Eso es lo que perdura, y por eso Dios promete lo que dice Salmo 84:11. “Jehová no retendrá nada bueno de los que viven con integridad”. ¿Vieron que no se pide estar en determinado lugar o tener cierta asignación? Salmo 18:25 dice: “Al que es leal tú le demuestras lealtad”. Esa es la promesa  de  Dios  para  todos.  

Pero  estos  dos  anuncios  también repercutieron  en  otro  grupo,  nuestras  esposas.  De  hecho,  estos cambios suelen afectarlas a ellas en más aspectos que a nosotros. La mayoría de nuestras queridas hermanas tendrán que servir en otro lugar si se transfiere a su esposo. 

Ahora pensemos en lo que esto significa. ¿Ustedes cómo se sentirían? ¿Se imaginan que, debido a la mudanza, ellas ya no puedan realizar el mismo  trabajo  que  tanto  les  gusta  y  en  el  que  son  tan  hábiles? ¿Ustedes saben lo que es eso, verdad? O tal vez tengan que dejar a compañeros de trabajo con los que se llevan muy bien. Por  ejemplo,  en  nuestra  oficina,  la  oficina  de  Betel  en Brooklyn, muchos seremos transferidos a distintos lugares, y nos duele decir adiós a tantos miembros tan queridos de nuestra familia. Pero en el caso de nuestras esposas, algunas todavía ni siquiera saben dónde se les asignará. 

Así que imagínense cómo se deben sentir. Quizás ellas se pregunten,  ¿comprenderá  a  alguien,  aparte  de  mi  esposo,  lo angustiada que estoy, de modo que, obviamente, en todo esto hay emociones involucradas, no creen? Por supuesto. Además, ¿han notado que nosotros solemos conocer más detalles que nuestra esposa sobre las cosas que ocurrirán? Es bueno que también tomemos en cuenta eso. Pero ¿qué puede ayudar a nuestra esposa a sobrellevar esos sentimientos, a no perder el equilibrio y a mantener el paso a pesar de todas esas preguntas, dándole vueltas en la cabeza? El ejemplo de Ester

Bueno, analicemos el segundo relato bíblico, el ejemplo de Ester. A diferencia de otras mujeres que la Biblia menciona, Esther no tuvo mucho margen para elegir cómo sería su vida, pero ella obedeció de buena gana. Busquemos el libro de Ester para examinar juntos este relato.

En Ester, capítulo 2, veamos primero cómo era ella. Observen lo que dice Esther, capítulo 2, versículo 7, parte b. Aquí, la segunda parte dice: “La joven era muy atractiva y tenía bonita figura. Al morir sus padres, Mardoqueo la había adoptado como hija”.

Por lo tanto, era una hermosa joven israelita. De seguro, en su nación no le faltarían pretendientes, y tal vez podría haber elegido a alguno de ellos, pero ¿tuvo ella la oportunidad de elegir? No. El rey pagano Asuero se llevó cautivas a Ester y a otras hermosas jóvenes israelitas. Ahora, notemos lo que dice Ester, capítulo 2, versículo 12, dice: “Las jóvenes se presentaban ante el rey Asuero por turnos. Pero antes cada una  tenía  que  recibir  un  tratamiento  de  belleza de  12  meses  de duración. Este tratamiento se daba durante 6 meses a base de aceite de  mirra y  durante  otros  6  meses  con  aceite  balsámico y  varias cremas”.

El versículo 14 añade: “Al atardecer, ella entraba, y, por la mañana, regresaba y pasaba a la segunda casa de las mujeres”. De modo que, en vez de tener la oportunidad de elegir a un joven apuesto con quien formar una familia para servir juntos a Jehová, y hasta tener la posibilidad de ser antepasada del Mesías, Ester acabó siendo la esposa de un hombre que no amaba a Jehová, que era todo un pagano y que, además, ya tenía muchas esposas. Imagínense qué situación tan difícil. ¿Aceptarían ustedes una vida así? Ester lo hizo. 

¿Por qué? Bueno, aquí lo dice. El propio Mardoqueo le había pedido que no informara a nadie que era judía. Si lo hubiera hecho, quizás podría  haber  escapado  de  aquel  aprieto.  Por  supuesto,  también  le pudo haber costado la vida. Pero Esther 2:20 dice: “Ester no decía nada sobre  sus  parientes  ni  su  pueblo, tal  como  Mardoqueo  le  había mandado.  Ella  seguía  obedeciéndolo  como  cuando  estaba  a  su cuidado”.

Ella  hizo  a  un  lado  sus  preferencias  personales  y  su  comodidad. Obedeció lo que se le pidió. Y conocemos el desenlace. Actuó con fe y llegó a ser reina. ¿Pero qué fue lo que pasó realmente? Bueno, Ester 4:14, en la última parte, indica que Mardoqueo le dijo esto: “Además, ¿Quién  sabe  si  no  te  has  convertido  en  reina  para  ayudar  en  un momento como este?”

Jehová la usó, y ella estuvo dispuesta. Su obediencia de corazón, aún en circunstancias que hubieran sometido a prueba a cualquiera de nuestras  hermanas  hoy,  demostró  que  tenía  una  hermosa  actitud. ¿Creen que alguna vez haya lamentado la decisión que tomó pensando en que quizás no pudo disfrutar de una vida más acogedora? Si acaso lo pensó, habría bastado con mirar a su alrededor a los niños que pasaban por allí para darse cuenta de lo mucho que había logrado. Su abnegación ayudó a que Jehová conservara con vida a esos jovencitos. 

Así que Ester fue una mujer con una fe muy fuerte, a quien podemos considerar un gran ejemplo. Y  nuestras  hermanas  no  son  la  excepción.  No  están  en  Betel simplemente por sus esposos. Ustedes tomaron la decisión consciente de servir en Betel, de llevar una vida abnegada y devota mediante su servicio  aquí.  Todos  lo  sabemos.  ¿Podrías  haberte  negado  a  venir cuando aquel joven que se interesó en ti te preguntó, ¿quieres casarte conmigo  y  venir  a  Betel?  Podrías  haber  dicho  que  no,  pues  él  te hubiera seguido a donde fuera, ¿verdad? 

Y si ya estabas casada, seguramente te sentaste con tu esposo. Oraron juntos y luego se preguntaron, ¿podemos participar en esta faceta del servicio? Si tú hubieras dicho que no, tu esposo se hubiera quedado contigo,  ¿verdad?  Pero  dijiste  sí,  y  dejaste  atrás  cierto  grado  de comodidad, a fin de disfrutar de este rasgo del servicio. 

Como saben, a menudo hablamos de lo que les diremos a otros en el paraíso sobre cómo era la vida antes. Así que, cuando les pregunten, ¿y qué hacías entonces? Ustedes no van a decir, pues como mi esposo estaba en Betel, ahí tenía que estar yo también. No, más bien dirán, yo estaba en Betel junto con mi esposo. Pudimos servir a Jehová a tiempo completo  en  la  época  más  emocionante  de  la  historia  de  la organización. Vimos cosas fascinantes que fortalecieron nuestra fe, y pudimos ser parte de eso. Nosotros  nos  sentimos  igual.  Es  un  honor  servir  junto  a  ustedes, queridas  hermanas  y  esposas.  Cuando  leemos  Proverbios  31:31, pensamos en ustedes. Ahí dice: “Recompénsenla por todo lo que hace; que sus obras la alaben en la puerta de la ciudad”.

Pero este es solo un aspecto de los cambios. ¿Por qué no hablamos ahora  sobre  un  segundo  aspecto  que  nos  afecta  a  muchos  de nosotros? Hablemos de este punto por unos minutos. Nos referimos a los cambios de asignación. 

Ya  hemos  hablado  un  poco  al  respecto,  pero  ahora  queremos dirigirnos a  ustedes, hermanos  y  hermanas  que  han  servido  como voluntarios temporeros. Algunos se entregaron en cuerpo y alma a los proyectos  de  Wallkill  y Warwick,  y  agradecemos  mucho  su  labor. Muchos  de  ustedes  vieron  que,  donde  antes  había  un  montón  de escombros, ahora se levantan hermosos edificios. En ambos sitios, ha sido  maravilloso  ver  voluntarios  que  sirven  de  buena  gana.  Sin embargo,  los  proyectos  están  llegando  a  su  fin,  y  casi  todos  los trabajos  de  Wallkill terminarán  dentro  de  unos  cuantos  meses.  ¿Y sobre Warwick? Bueno, ahora sabemos que la mudanza comenzará el 1 de septiembre. ¡Qué emocionante! Ahora bien, quizás algunos estén pensando, “Si hubiera trabajado un poco  más  duro,  si  me  hubiera  quedado  un  rato  más,  tal  vez  me hubiera podido quedar aquí”. Y no podemos culparlos por sentirse así. 

Pero ahora es obvio que muchos tendrán que regresar a casa. Tal vez se pregunten qué harán ahora. La mayoría de ustedes se preguntan dónde hallarán algo que les produzca la misma alegría y la misma satisfacción que experimentaron como voluntarios aquí. Esa actitud merece nuestro reconocimiento. Por eso, analicemos ahora el relato de Bezalel. Bezalel

Sí, hemos hablado mucho de este personaje. Durante un proyecto de construcción,  siempre  hablamos  mucho  de  Bezalel,  ¿verdad?  Pero busquemos el pasaje de Éxodo 31 y veamos brevemente este punto. Al hablar  sobre  Bezalel,  esto  es  lo  que  dice  la  Biblia.  Veamos  Éxodo capítulo 31, desde el versículo 2.

“Mira, he escogido a Bezalel, hijo de Urí, hijo de Hur, de la tribu de Judá. 3 Lo llenaré con el espíritu de Dios para que tenga sabiduría, entendimiento  y  conocimientos  sobre  todo  tipo  de  trabajos artesanales 4 y así pueda hacer diseños artísticos, trabajar el oro, la plata y el cobre, 5 cortar y montar piedras y hacer todo tipo de piezas de madera. 6 Para ayudarlo he nombrado a Oholiab hijo de Ahisamac, de la tribu de Dan, y voy a poner sabiduría en el corazón de todas las personas hábiles para que hagan todo lo que te he mandado”.

Como  vemos,  Jehová  le  dio  a  Bezalel  una  pesada  responsabilidad. Tenía que supervisar personalmente la construcción del tabernáculo, pero  no  solo  su  estructura,  sino  todos  los  objetos  que  iban  en  el interior, el mobiliario, los utensilios, el arca del pacto, la cubierta del arca, las mesas, los altares y hasta la indumentaria de los sacerdotes. Es  impresionante  lo  que  Bezalel  y  los  demás  artesanos  hábiles lograron. 

Pero en cierto sentido, ¿no fue el espíritu de Jehová lo que los facultó a ustedes también para trabajar en Wallkill y Warwick? Ustedes llegaron con algunas habilidades y aquí aprendieron otras. Como a Bezalel, el espíritu santo los ha ayudado, y eso es evidente. Y tal como muchos de seguro admiraron y felicitaron a Bezalel por lo que hizo, a ustedes también los admiramos y felicitamos por su trabajo. 

Ahora  bien,  después  de  la  dedicación  del  tabernáculo,  las  cosas cambiaron para Bezalel. Él ya no podía entrar allí. Levítico capítulo 16 dice que Aarón era el único que podía entrar en el Santísimo y solo en determinado  momento.  Y  Números  3:31 indica  que  Bezalel  ya  no podía ni siquiera tocar el mobiliario, pues solo los cohatitas podían mover los utensilios. 

Entonces, aunque Bezalel había participado con sus manos en toda esa gran labor, ahora ya no podía ni entrar al tabernáculo, ni tocar nada, ni siquiera mirar nada. ¿Cómo creen que se habrá sentido? La Biblia no lo dice, pero es muy probable que un hombre de su talla espiritual le diera más importancia a aquella obra que a sus propios sentimientos. Claro, de algo estamos seguros. Lo que Bezalel ahora no podía hacer era insignificante en comparación con lo que sí pudo hacer. Se quedó con recuerdos maravillosos. 

Imagínense a Bezalel rodeado de otros que trabajaron con él hombro a hombro, contándoles a sus hijos y nietos lo que hizo. Un monumento duradero  para  la  alabanza  de  Jehová,  pues  lo  mismo  han  hecho ustedes, una obra dedicada a la alabanza de Jehová y a dar a conocer su nombre. Y piensen en lo contento que se pondrá Bezalel cuando se entere de que sus actos fieles se incluyeron en la Biblia para nuestro beneficio. Ese también será un gran honor. 

¿Cuál  es  la  lección  para  nosotros?  No  juzguen  ni  la  calidad  de  su trabajo ni cuánto lo apreciamos por el hecho de que se queden o vuelvan a casa. En la lectura bíblica de esta semana se citó segundo de las Crónicas 15:7. Dice: “Pero, en cuanto a ustedes, sean fuertes y no se desanimen, pues su labor será recompensada”. Sí, no hay por qué desanimarse. 

Como Bezalel, ustedes tienen una vida llena de recuerdos eternos para compartir y atesorar. Podrán visitar con su familia las instalaciones que ayudaron a construir. Podrán mostrarles lo que ustedes hicieron. De aquí  se  llevarán  hermosos  y  valiosos  recuerdos  que  nadie  podrá arrebatarles. Quizás les cuenten a los demás cómo eran los viajes en nuestros autobuses, y sé que muchos aquí en el auditorio entienden a lo que me refiero. 

En cierta ocasión, un mecánico me contó que tuvo que reparar el aire acondicionado  de  un  autobús  a  mitad  de  la  noche.  Me  dijo,  nadie quiere volver a casa en un autobús lleno con 60 pasajeros muriéndose de  calor  en  medio  del  tráfico  de  Manhattan.  Piensen  en  esos recuerdos. Acuérdense de lo que salió bien y de lo que no salió tan bien. Estos eran sus recuerdos, y cuando se reúnan con sus anteriores compañeros  volverán  a  hablar  de  todo  ello.  Y  las  cosas  que  les causaron gran frustración en el trabajo ahora los harán reír y podrán contarlas por  toda  la eternidad.  Lo que  hicieron  aquí  nunca  se  les borrará de la memoria. 

Pero no lo olviden. Esta no es su última asignación. No nos jubilamos del servicio a Jehová. No vamos a pasarnos el día en una mecedora afuera de la casa hasta ver caer la tarde. Hay trabajo que hacer, y Jehová quiere su apoyo. Es como si tuvieran que salir de Betel. Alguna vez  alguien  dijo,  “la  mejor  manera  de  dejar  Betel  es  llevándotelo contigo cuando te vayas. Llévate tus recuerdos. Fomenta en los demás aprecio y entusiasmo por el servicio de Betel. Llévate tus amistades y nunca  dejes  de  ofrecerte  para  realizar  cualquier  trabajo  que  la organización necesite. Somos necesarios. La organización necesita de nuestro apoyo”.

Tercer tipo de cambio. Por último, el tercer tipo de cambio del que queremos hablar tiene que ver  con  los  cambios  de  circunstancias  que  experimentamos  como familia.  Muchos  hermanos  de  experiencia  han  servido  aquí  por décadas. Han visto el aumento de la obra en el pueblo de Jehová. Tal vez  estuvieron  aquí  cuando  solo  existía  el  complejo  de  Brooklyn  y vieron cómo se fueron añadiendo a la lista la Hacienda del Reino, la Hacienda de la Montaña, Wallkill, Patterson, grandes ampliaciones, y ahora Warwick.

Muchos de los mayores han vivido esos cambios. Han observado todo lo que se ha logrado. ¡Qué gran honor! Pero algunos de ellos se les ha informado que no irán al lugar en donde se reubicará el trabajo, sea Wallkill o  incluso  Warwick.  Eso  podría  desilusionarlos  e  influir profundamente en sus sentimientos. Tal vez se sientan como expresó el  salmista  en  Salmo  71:9.  Dijo: “No  me  rechaces  en  mi  vejez.  Al fallarme las fuerzas, no me abandones”.

Pero  debemos  recordar  que  los  cambios  de  circunstancias,  sin importar quiénes seamos o dónde trabajemos, no tienen nada que ver con la manera como Jehová nos ve, ni tampoco deben afectar nuestro deseo de servirle al máximo. La semana pasada, el hermano Larson comentó algo sobre el capítulo 46 de Isaías, y me parece que ese capítulo encaja muy bien con el tema del que estamos hablando. 

Isaías 46:4 dice: “Aun cuando te hagas viejo, yo seré el mismo; aun cuando te llenes de canas, yo te seguiré sosteniendo. Tal como lo he hecho, te llevaré, te sostendré y te salvaré”. Jehová  siempre  ha  hecho  eso  por  nosotros.  Y  ustedes,  hermanos mayores, con tantas décadas en el servicio a Jehová, nos han enseñado a  permitir  que  Jehová  nos  cuide para que logremos hacer  nuestro trabajo. Es ese Dios inamovible el que nos estabiliza. Él es quien nos hace sentir arraigados y quien protege nuestro corazón. Así vemos cuánto nos ama y nos cuida individualmente. 

Cuando el cabello se torna blanco y nuestras fuerzas desaparecen, es Jehová quien nos sostiene. Es cierto, nadie viene a Betel con la idea de que un día se jubilará. De hecho, ustedes han trabajado muy duro sin imaginar que llegaría el día de jubilación. Y la realidad es que Jehová tampoco lo ve así. Tal vez nos viene a la mente el  capítulo 10 de Daniel. Jehová describió a Daniel como un hombre muy deseable. Para ese entonces, Daniel tenía unos 100 años de edad, y aún así, Jehová lo consideraba muy valioso, igual que a ustedes. 

Así que es importante tener presente que, aunque no podamos hacer tanto como antes, eso no significa que ya no podemos hacer nada. Me gustaría que analizáramos el ejemplo del apóstol Juan para entender bien el punto del que hablamos. Todos sabemos que Jehová utilizó a Juan de manera extraordinaria. Era un hombre de acción, de mucha fe. De  hecho,  Jesús  llamó  a  Juan  y  a  Santiago,  su  hermano,  hijos  del trueno, así que eran personas que no se quedaban inmóviles. Juan 21:7 describe a Juan como el discípulo a quien Jesús amaba. Además, durante las comidas, Juan se sentaba al lado de Jesús. Eran amigos íntimos.  Tal  vez  Jesús  le  dio  información  que  no  dio  a  los  demás discípulos.   Juan   estuvo   entre   los   pocos   que   presenciaron   la transfiguración. 

Junto  con  Pedro  y  Santiago,  Juan  entró  a  la  casa  de  Jairo  y  vio  la resurrección que Jesús realizó. Incluso tuvo el honor de cuidar a la madre de Jesús cuando este murió. Con todo, después de que Jesús ascendió al cielo y había tanto por hacer, ¿Dónde estaba Juan? Pues predicando. Era un miembro fiel de la congregación. Estuvo con Pedro cuando  este  pronunció  electrizantes discursos,  cuando  juntos realizaron milagros y cuando dijeron ante el Sanedrín, “tenemos que obedecer a Dios como gobernante más bien que a los hombres”.

Todo esto muestra que Juan era un hombre de fe. Pero tuvieron que pasar muchos años para que volviera a aparecer en escena. En este lapso de tiempo, sucedieron muchas cosas. Ya se habían escrito tres de los cuatro evangelios. Mateo lo escribió unos ocho años después de la muerte de Jesús. Lucas, de 15 a 17 años más tarde. Y pocos años después, Marcos hizo lo mismo. 

Pero ¿y Juan? Él no había escrito su Evangelio. ¿En dónde estaba Juan 63 años después? Pues donde estaban la mayoría de los cristianos. O predicando o en prisión. Imaginen a Juan, ya entrado en años, de unos noventa y tantos, el único apóstol que sigue vivo. Apocalipsis 1:9 dice: “Yo, Juan, hermano y compañero de ustedes en la persecución, en el reino y en el aguante en unión con Jesús, estuve en la isla llamada Patmos  por  hablar  acerca  de  Dios  y  por  dar  testimonio  acerca  de Jesús”.

Juan no era un jovencito, pero se mantenía activo. Su fe estaba intacta, aún en prisión. Pero ese no es el punto. Verán, Juan estaba a punto de recibir, o más bien, acababa de recibir lo que se podría llamar el mayor privilegio  que  tuvo  en  toda  su  vida.  Sí,  Jehová  le  permitió  ver  una impresionante  visión  del  futuro.  No  solo  incluía  todo  lo  que  está ocurriendo en la actualidad, sino que mostraba hasta el fin del mundo malvado. Juan escribió el libro de Apocalipsis. Poco después, escribió su Evangelio y otras tres cartas. ¿Creen que, por su edad, Juan era insignificante? No. 

Estaba en su mejor momento. Ante Jehová valía más que nunca. ¿No es increíble? En ocasiones pensamos que tal vez ya no queda nada para nosotros,  pero  Jehová  no  piensa  así.  ¡Qué  gran  honor  para  Juan completar 70 años de servicio fiel! 

¿Cuál es la lección? Si nos mantenemos fieles, nunca perderemos valor ante  Jehová  o  su  organización.  Eso  es  una  realidad  para  nuestros hermanos mayores aquí en Betel. Ustedes nos han enseñado lo que de verdad significa trabajar para Jehová, lo que es dar el máximo en cada asignación. 

Me  gusta  poner  este  ejemplo.  Cuando  nieva  en  Brooklyn,  hay  un procedimiento a seguir. El departamento de transportación sale y ve si es seguro andar por las calles. Ellos llaman a la oficina de Betel. La oficina se comunica con el comité de sucursal y se prepara un anuncio. 

Hay mucha nieve. Prohibido salir. Pero, ¿saben qué es lo más difícil? Pensar en cómo convencer a los mayores de que no pasa nada si no van a trabajar ese día. Parecería como si les estuviéramos pidiendo que renuncien a su fe. Y que ni se sequen las calles antes del mediodía, porque los van a ver caminando rumbo al trabajo. Sí, nos han enseñado a ser siervos devotos de Jehová, y lo seguirán haciendo. Su ejemplo es como el de un árbol maduro. 

Vale mucho más que  un  arbolito  que  todavía  no  da  fruto.  Sí,  hermanos  mayores, ustedes son como árboles grandes de justicia para Jehová. Estos son solo algunos de los cambios que experimentamos. No son los únicos, pero son de los que queríamos hablar. Sabemos que los cambios son parte de la vida y nos afectan a todos. La realidad es que los cambios van a seguir. Pero hemos aprendido que el único que no cambia es Jehová. Él es quien nos sostiene y nos da estabilidad. Él es nuestro refugio y plaza fuerte. De los ejemplos de siervos fieles de Dios que hoy analizamos, Bezalel, Esther y Juan, ¿hay alguno que te ayude de manera especial?


Retomando la ilustración del principio, es muy raro ver a un velero navegando en línea recta. Puede suceder, aunque se necesitaría un clima  excelente.  Pero  cuando  un  marinero  va  navegando  contra  el viento, utiliza lo que se llama viraje. La organización ha utilizado esta analogía cuando habla sobre ajustes y cambios. En pocas palabras, el viraje implica dirigirse contra el viento, pero en zigzag para que el viento pegue contra los dos lados de las velas y así impulse al velero hacia adelante, a pesar del viento en contra. 

Nosotros tenemos una ventaja. Jesús va al timón. Él sabe exactamente hacia dónde quiere que vayamos. Además, no somos los únicos que experimentamos  cambios  en  Betel.  Primera  a  los  Corintios  12:25 menciona: “de modo que no hubiera divisiones en el cuerpo y sus miembros tuvieran la misma preocupación unos por otros”.

Así que si nos interesamos en los demás, dejaremos de pensar tanto en nosotros mismos. Hay muchos que van a cambiar de asignación, betelitas temporales que regresarán a su hogar, betelitas que serán reasignados y otros que tendrán que mudarse pronto. Todos estos cambios nos afectan. Pero Jehová es la misma persona, tal y como dice el Salmo 46. Él estará junto a nosotros sin importar lo que suceda. 

¿Será que vendrán más cambios? Me gustó mucho que hoy el hermano Let lo mencionara en el estudio de familia. El Armagedón va a llegar. No hay cambio más grande que ese. La maldad será cosa del pasado. 

El paraíso se convertirá en una realidad. Habrá una resurrección. La vejez  y  la  muerte ya  no  serán.  Son  cambios  que  sabemos  que sucederán y ansiamos que lleguen. Cuando pensamos en esto, podemos tener la confianza de que, sin importar los vientos de cambio que soplen, no solo los superaremos, sino  que  los  aprovecharemos.  Creceremos  como  personas.  Nos mantendremos  al  paso  de  los  cambios.  Podemos  tener  la  plena seguridad de que el Dios que nunca cambia a Jehová se mantendrá a nuestro lado y nos recompensará por la eternidad.




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