El texto de hoy es muy animador, ya que, mediante el ejemplo de Amós, se nos recuerda que Jehová observa nuestro potencial.
De hecho, La Atalaya de la que se toma el comentario dice en parte: “Quizás dudemos de nosotros mismos, pero Jehová puede ayudarnos a alcanzar metas que ni siquiera imaginamos que podemos alcanzar”.
Sí, Jehová sabe cuánto podemos dar.
Pero, como pueden notar, nosotros también debemos esforzarnos por desarrollar nuestro potencial.
Si no tenemos cuidado, podríamos impedir que esto suceda: que el potencial que Jehová ve en nosotros se desarrolle.
¿De qué manera?
Veamos tres ejemplos.
Primero: limitaremos nuestro potencial si no actuamos con entusiasmo a la hora de recibir una asignación.
Recordemos el caso de Jehoás, el rey de Israel.
Cuando el profeta Eliseo estaba en su lecho de muerte, Jehoás lo visitó.
En aquella ocasión, Eliseo vio todo lo que el rey podía dar; y miren en 2 Reyes 13:17 lo que le dijo a Jehoás: “Y ciertamente derribarás a Siria [...] hasta el punto de acabar”.
El profeta sabía que el rey era capaz de acabar con Siria.
Pero ¿qué pasó?
Eliseo le pidió al rey que golpeara el suelo con sus flechas y Jehoás se limitó a golpear el suelo tres veces.
Y noten el versículo 19: “Y el hombre del Dios verdadero se indignó con él; por eso dijo: ‘¡Era entendido que se golpearía cinco o seis veces!
En ese caso ciertamente derribarías a Siria hasta el punto de acabar, pero ahora sólo tres veces derribarás a Siria’”.
¿Qué sucedió?
Pues bien, Jehoás no hizo con todo su entusiasmo lo que le había pedido el profeta, y por eso, su victoria fue solo parcial.
Jehoás limitó lo que podía dar.
Segundo ejemplo: limitaremos nuestro potencial si solo nos centramos en nuestras fallas o inseguridades.
Tenemos el caso de Moisés en el capítulo 3 de Éxodo.
Sabemos que a Moisés no le faltó celo al cumplir con su asignación, pero sus inseguridades estuvieron a punto de convertirse en un obstáculo para él.
Moisés recibió una asignación de mucho peso: presentarse ante Faraón.
Y noten su reacción en Éxodo 3:11: “Sin embargo, Moisés dijo al Dios verdadero: ‘¿Quién soy yo para que vaya a Faraón y para que tenga que sacar a los hijos de Israel de Egipto?’” Y esa respuesta fue normal.
Nosotros tal vez hubiéramos dicho lo mismo: “Jehová, ¿estás seguro de que yo soy la persona indicada?”.
Y Jehová te dice: “Lo estoy y te voy a ayudar”.
Vean ahora el versículo 13: “Sin embargo, Moisés dijo al Dios verdadero: ‘Supongamos que llego ahora a los hijos de Israel y de hecho les digo: “El Dios de sus antepasados me ha enviado a ustedes”, y ellos de hecho me dicen: “¿Cuál es su nombre?”.
¿Qué les diré?’”.
Jehová responde: “No hay problema”.
Le explica todo lo que su nombre significa y cómo este poder lo va a respaldar.
Miren el capítulo 4, versículo 1: “Sin embargo, al contestar, Moisés dijo: ‘Pero supongamos que no me crean y no escuchen mi voz, porque van a decir: “No se te apareció Jehová”’”.
Jehová le dice: “No hay problema.
¿Qué tienes en la mano?” Tenía una vara, y con ella Jehová hizo milagros con los que Moisés podría demostrar quién estaba detrás de él.
Y el versículo 10 dice: “Entonces Moisés dijo a Jehová: ‘Dispénsame, Jehová, pero no soy persona que hable con fluidez, ni desde ayer ni desde antes de eso ni desde que hablaste con tu siervo, porque soy lento de boca y lento de lengua’”.
Y Jehová le dice: “No te inquietes.
Yo hablaré por ti.
Recuerda quién creó la boca”.
Ahora, el versículo 13: “Pero él dijo: ‘Dispénsame, Jehová, pero envía, por favor, por la mano de aquel a quien vas a enviar’”.
Por lo que, según el versículo 14, “la cólera de Jehová se enardeció contra Moisés”.
“¿Sabes qué, Moisés?
Mejor envío a otro”.
Menos mal que Moisés entendió el punto, aceptó su asignación y dejó que Jehová lo usara.
Pero ¿qué había pasado?
A Moisés lo atrapó la idea de que no era capaz, de que todo le saldría mal.
Como Jehová sabía que Moisés tenía lo necesario para cumplir con esa asignación, le decía: “Tú haz lo que te digo, yo haré el resto”, pero Moisés se ponía límites.
Tercer ejemplo: podemos limitar nuestro potencial si dejamos que el temor a fallar nos paralice.
Si vamos al capítulo 13 de Números, veremos el caso de los diez espías.
Es muy interesante una frase que ellos utilizaron cuando regresaron de espiar la Tierra Prometida.
Está en Números 13:33, donde dice: “Y allí vimos a los nefilim, los hijos de Anaq, que son de los nefilim; de modo que llegamos a ser a nuestros propios ojos como saltamontes, y así mismo llegamos a ser a los ojos de ellos”.
¿Notaron?
Se toparon con los hijos de Anaq, que eran de un tamaño descomunal y vivían en la región montañosa de Canaán.
Es lógico pensar que, a los ojos de estos enemigos, los israelitas fueran como insignificantes saltamontes que podían aplastar, como pan comido.
Pero si notan, los 10 espías también pensaban eso de sí mismos.
Esto resultó en que se paralizaran de miedo; lo que llevó a que la entera nación se desmoralizara.
En contraste, tenemos el caso de David, quien, a pesar de ser un jovencito, se enfrentó al gigante Goliat.
Y no olvidemos que Goliat vio a David como un chiquillo indefenso, un simple saltamontes.
Pero David no se vio a sí mismo de esa forma.
Él dijo: “Tú vienes a mí con una espada y con una lanza y con una jabalina, pero yo voy a ti con el nombre de Jehová”.
En efecto, David no permitió que el temor lo paralizara.
Confió en Jehová.
Así, David pudo desarrollar todo el potencial que Jehová había visto en él.
¿Cuál es la lección?
Estos relatos ilustran bien el hecho de que, a veces, nosotros mismos somos nuestro peor enemigo.
Vimos que si no mostramos suficiente empeño al cumplir alguna asignación, como en el caso de Jehoás...
que si tenemos inseguridades, como las tuvo Moisés...
o que si nos paraliza el temor a fallar, como les sucedió a los 10 espías...
entonces podemos limitar el potencial que Jehová ve en nosotros.
Dicho esto, ¿qué haremos?
Veamos unas palabras que se le dijeron a Gedeón.
Los invito a leer Jueces, capítulo 6.
Recordarán que los madianitas oprimieron a la nación de Israel por siete años.
Entonces, el ángel de Jehová se apareció a Gedeón y le anunció que, con la ayuda de Jehová, liberaría a Israel de la opresión de esa malvada nación.
¿Cómo? El relato nos deja ver que Gedeón no se sentía capaz de lograr semejante cosa, hasta le dijo a Jehová que él era el más pequeño de la casa de su padre y que su familia era la más pequeña de la tribu de Manasés.
Pero Jehová sabía que Gedeón era capaz de hacerlo, así que le dijo lo que leemos en Jueces 6:14: “Por lo cual Jehová se volvió hacia él y dijo: ‘Ve en este poder tuyo, y ciertamente salvarás a Israel de la palma de la mano de Madián.
¿No te envío yo?’”.
¡Qué interesante expresión!
“Ve en este poder tuyo”.
Es como si Jehová le dijera: “Sé que no podrías hacerlo tú solo.
Pero haz lo que te pido, sigue adelante, haz todo lo que puedas; y yo, Jehová, me encargo del resto”.
Y ni más ni menos; tal y como dijo Jehová, fue como sucedió.
Hoy podemos resolvernos a hacer lo mismo.
Sabemos que no hay quien pueda llevar a cabo la obra de Jehová por sus propias fuerzas, sabiduría o habilidades.
Pero cuando recibimos una asignación, necesitamos actuar, no dejar que nuestras limitaciones o el temor a fallar nos paralicen.
Debemos seguir adelante.
Trabajar con entusiasmo en lo que se nos pide.
Hacer todo cuanto podamos.
Confiar en que Jehová se encargará del resto.
Así, dejaremos que Jehová explote todo el potencial que ha visto en nosotros.