Jehová, el Dios de amor, también odia.
¿No es eso contradictorio?
¿Cómo es posible?
Bueno, veamos la primera parte del texto de hoy, Salmo 97:10: “Oh amadores de Jehová, odien lo que es malo”.
Nuestro Dios espera que odiemos lo que es malo, porque él lo hace.
Y la razón se explica en los primeros dos versículos del Salmo 97.
El versículo 1 dice: “¡Jehová [...] ha llegado a ser rey!”.
Y el versículo 2 añade: “Justicia y juicio son el lugar establecido de su trono”.
En la Biblia, “justicia” se refiere a lo que es correcto según la norma de Dios sobre lo que está bien y lo que está mal.
Fijémonos en algunos ejemplos de la Biblia en relación con cosas que están mal a los ojos de Jehová y él odia.
Salmo 11:5 dice que Jehová “odia a cualquiera que ama la violencia”.
En Isaías 61:8, Dios afirma: “Yo, Jehová, [...] odio el robo junto con la injusticia”.
Malaquías 2:16 señala que Jehová odia el divorcio.
El contexto habla de los traicioneros, que se divorcian sin base bíblica.
Y también tenemos Proverbios, capítulo 6, busquémoslo en la Biblia.
Proverbios, capítulo 6, leamos desde el versículo 16: “Hay seis cosas que Jehová de veras odia; sí, siete son cosas detestables a su alma: ojos altaneros, una lengua falsa, y manos que derraman sangre inocente, un corazón que fabrica proyectos perjudiciales, pies que se apresuran a correr a la maldad, un testigo falso que lanza mentiras, y cualquiera que envía contiendas entre hermanos”.
Así es, el Dios de amor también odia, y lo mismo es cierto de Jesús.
Veamos lo que se dice del Hijo de Dios en Hebreos 1:9.
Hebreos 1:9: “Amaste la justicia, y odiaste el desafuero.
Por eso Dios, tu Dios, te ungió con el aceite de alborozo más que a tus socios”.
Si deseamos que Jehová nos bendiga, nosotros también debemos odiar lo malo, es decir, sentir una intensa aversión por lo que Dios odia, aborrecerlo.
Odiar lo que Dios odia nos sirve de gran protección para no hacer cosas malas.
¿Cuáles, exactamente?
Acabamos de leer en Proverbios siete categorías de cosas que Dios odia.
Parecen simples, pero cubren casi todo tipo de pecados.
Los ojos altaneros y los proyectos perjudiciales son pecados del pensamiento.
Una lengua falsa y un testimonio falso implican pecar con las palabras.
Las manos que derraman sangre, los pies que corren hacia la maldad y provocar contiendas entre hermanos, todo eso implica pecar con las acciones.
Es interesante que el escritor aumentara el número de cosas que Jehová odia de seis a siete; eso da a entender que no se pretendía que la lista estuviera completa, porque los humanos inventan cada vez más cosas malas.
Por dar un ejemplo, pensemos en la tendencia a usar escenas cada vez más explícitas de sexo y violencia en la publicidad y el entretenimiento, desde los anuncios de ropa hasta las películas.
¿A cuánto de eso podemos exponernos sin que nos afecte en sentido mental y moral?
Me hace pensar en la regla de los cinco segundos.
¿La conocen?
Es una supuesta regla que algunas personas siguen cuando se les cae comida al suelo.
Dicen que no pasa nada si te la comes mientras no hayan transcurrido más de cinco segundos, porque las bacterias aún no la habrán contaminado.
Pero ¿es cierto?
No, según un estudio que realizó el año pasado la Universidad Rutgers.
Se concluyó que no importa lo rápido que uno recoja la comida, siempre se le adhieren bacterias, a veces en menos de un segundo.
Por supuesto, mientras más tiempo pase en el suelo, más bacterias acumulará.
Si uno ingiere comida que se ha caído, está corriendo un riesgo, no importa cuánto tiempo haya pasado.
Y ya sabemos que el suelo no necesariamente está limpio aunque lo parezca.
Así que, si se nos cae comida al suelo, ante la duda... a la basura.
Pero ¿cómo se relaciona eso con el tema de hoy, de odiar lo que Jehová odia?
Bueno, ¿cuánto tiempo hace falta para que una imagen inmoral, violenta o satánica se nos quede grabada en la mente?
¿O algo que veamos en un cartel, en una revista, en televisión, en una película o en Internet?
¿Se puede seguir la regla de los cinco segundos?
¿Deberíamos pensar que, porque veamos algo solo un momento, no nos contaminará?
Vamos a usar cinco segundos para poner un ejemplo, hacernos una idea, y así podrás juzgarlo por ti mismo.
No quites la vista de la pantalla.
¿Podrás recordar esa imagen hoy a la hora del almuerzo?
Un helado de chocolate con un aspecto delicioso, con sirope y una cereza encima...
No te ilusiones, no está en el menú de hoy.
Probemos cuatro segundos.
¿Qué tal esta imagen?
¿Podrás recordar el rostro de este simpático bebé mañana o la semana que viene?
Ahora, veamos la pantalla por tres segundos.
¿Se grabará esta imagen en tu memoria?
¿Podrás recordar el mes que viene, o el año que viene, a Jesús en un caballo blanco, cabalgando hacia la batalla de Armagedón?
Has visto cada imagen solo unos segundos.
Los científicos afirman que el cerebro humano puede procesar imágenes en mucho menos tiempo, en una fracción de segundo, en un parpadeo.
Imagínate cuánto puede procesar nuestro cerebro en varios segundos, en minutos o en más tiempo.
Todas las imágenes que vimos eran sanas.
Pero ¿qué tal si hubiera sido una imagen pornográfica de Internet?
¿Una escena explícita de sexo o violencia de una película?
¿O una secuencia sangrienta y demoniaca de un videojuego?
Si nos quedamos mirando algo que Jehová odia, corremos un riesgo, no importa cuánto tiempo lo miremos.
La escena explícita puede venirnos a la memoria, vez tras vez, como si nos persiguiera.
Claro, quizá no podamos evitar por completo estas situaciones debido a la maldad del mundo que nos rodea, pero lo cierto es que no tenemos que recrearnos mirando esas imágenes, y mucho menos buscarlas.
Tenemos que recordar que lo que parece una película sana quizá no lo sea tanto.
Es como la comida que se cae al suelo: ante la duda... a la basura.
Debemos detestar la inmoralidad, la violencia y el ocultismo, que son parte del mundo de Satanás.
En otras palabras, hay que odiar todo lo que viole las normas justas de Jehová.
Aunque odiemos lo malo, quizá no nos sea fácil hacerlo, porque vivimos en un mundo que alimenta los deseos egoístas y tenemos que controlar nuestra tendencia a pecar.
Entonces, ¿cómo asegurarnos de que realmente odiamos lo que es malo?
Primero, hay que tener el fuerte deseo de complacer a Jehová en todo lo que hacemos.
También tenemos que reflexionar en lo que él ama y en lo que él odia.
Además, pensar en las terribles consecuencias de hacer las cosas que Jehová detesta nos ayuda a convencernos de lo malas que son.
Y algo más, si esto nos cuesta trabajo, debemos pedirle ayuda de corazón a Jehová para que nos dé más autodominio.
Así que podemos estar seguros de lo que dice el texto de hoy, Salmo 97:10, con respecto a los que imitan a Jehová y odian lo que es malo: “Él está guardando las almas de los que le son leales; de la mano de los inicuos los libra”.