El texto del día para hoy —1 Tesalonicenses 2:7— es parte de una carta muy animadora, consoladora y cariñosa que Pablo les envió a los tesalonicenses.
El tono y el mensaje de esa carta dejan claro que entre Pablo y aquellos hermanos había mucho cariño.
Él estaba allí cuando se fundó la congregación, vio con sus propios ojos la persecución que sufrieron a manos de los judíos cuando se hicieron cristianos y sabía muy bien que todavía estaban siendo perseguidos.
Estaba preocupado por ellos y tenía muchas ganas de ir a verlos.
Si buscan conmigo 1 Tesalonicenses 2:17, dice: “Hermanos, cuando tuvimos que separarnos de ustedes por un poco de tiempo (físicamente, pero no en nuestros corazones), teníamos tantos deseos de verlos en persona que hicimos todo lo posible por conseguirlo”.
Estaba muy preocupado por ellos, tenía mucho interés en saber cómo estaban, pero ¿verdad que es bonito cuando les dice que, aunque estaba separado de ellos físicamente, no lo estaba en su corazón?
Y así es como nos sentimos ahora que estamos separados de nuestra familia, congregación y de nuestros amigos.
Estamos separados “físicamente, pero no en nuestros corazones”.
Como Pablo no podía ir a verlos, les envió a Timoteo.
Y, cuando Timoteo regresó, le dijo que la congregación estaba muy bien.
Y es después de este informe que Pablo escribe la Primera Carta a los Tesalonicenses.
Pues bien, esta carta es un ejemplo magnífico de una carta bien escrita y muy animadora.
Así que el día que quieran escribirle una carta animadora a otra persona, les recomiendo que estudien y lean con cuidado la Primera Carta a los Tesalonicenses.
Pablo les escribió desde su corazón.
Leer o escuchar esta carta puede tomarles unos 15 minutos nada más.
Pero, si lo hacen, se sentirán como si Pablo estuviera vivo hoy y les hubiera escrito a ustedes directamente.
Es tan bonita y animadora que luego querrán escucharla varias veces.
Y es tan práctica que parece que está hablando de los problemas que todos —o al menos la mayoría de nosotros— tenemos en la actualidad.
Vamos a analizar unos cuantos versículos de esta carta que nos ayudarán con varios de los problemas que tenemos hoy.
Y, mientras lo hacemos, nos centraremos en cuatro aspectos: dar elogios, ser cariñoso y amable, ser un buen amigo y dar consuelo.
En primer lugar, veamos cómo Pablo elogia a la congregación.
Leamos 1 Tesalonicenses 1:3.
(Todo el rato estaremos leyendo de esta carta).
El versículo 3 dice así: “Porque en presencia de nuestro Dios y Padre recordamos constantemente su obra fiel, su labor motivada por amor y su aguante debido a su esperanza en nuestro Señor Jesucristo”.
Esforcémonos por elogiar a los demás, busquemos razones para hacerlo y seamos lo más específicos que podamos.
Hace poco, un matrimonio recibió un mensaje de otro matrimonio en el que le daban las gracias por algo que habían hecho por ellos 10 años antes.
¿Verdad que nos sentimos bien cuando alguien nos escribe una tarjeta o un e-mail o un mensaje bien pensado y nos da las gracias o nos felicita por algo bueno que hemos hecho?
Nos sentimos animados, con fuerzas, muy contentos.
Y es lógico, porque sabemos que cuando otros nos felicitan es porque se dan cuenta de lo que hemos hecho y lo aprecian.
El propio Pablo nos explica cómo se sintió cuando Timoteo le trajo ese informe positivo sobre la congregación.
En el capítulo 3, en el versículo 8, dice que se sintió reanimado.
¿Y no es cierto que así es como nos sentimos cuando alguien nos felicita?
Nos sentimos fortalecidos y reanimados.
Después de felicitar a la congregación, Pablo les dirige a los tesalonicenses las palabras del texto de hoy.
En el 2:7 dice: “Al contrario, los tratamos con amabilidad, como cuando una madre amamanta y cuida con ternura a sus hijos”.
Como una madre.
¿Verdad que, si nos cortamos un dedo y alguien viene a ayudarnos, nos gusta que nos traten con delicadeza y ternura?
Como una madre.
¡Claro, porque nos duele!
Hoy día, hay muchas personas que tienen profundas heridas emocionales y necesitan que se las trate con cariño y amabilidad.
¿Reflejan delicadeza nuestras conversaciones, o nuestros mensajes, e-mails o cartas?
Con tanta tensión y estrés que hay en este mundo, en ocasiones es difícil evitar ser seco, brusco o cortante con los demás.
¿Verdad que cuando vamos a enviar un mensaje conviene que lo leamos bien y lo revisemos antes de darle al botoncito?
Y, si recibimos un mensaje un tanto hiriente, tal vez muy directo, ¿respondemos con tacto y delicadeza, reconociendo que la otra persona tal vez esté también bajo mucha tensión?
Por otra parte, ¿nos tomamos tiempo para demostrar amor y cariño?
Por ejemplo, puede ser que en nuestras tarjetas o nuestros mensajes de vez en cuando incluyamos alguna referencia a algún versículo bíblico, y eso está muy bien.
Pero una hermana comentó que agradece todavía más que, cuando alguien le cita un texto en una tarjeta, le escriba exactamente cuál es la frase que le gusta de ese versículo y que también le explique cómo lo ha ayudado o fortalecido.
Otro aspecto que destaca Pablo es el de ser un buen amigo.
Leamos el capítulo 2, versículo 8: “Así que, por el tierno cariño que les teníamos, estábamos decididos a darles no solo las buenas noticias de Dios, sino también nuestras vidas, pues llegamos a amarlos mucho”.
Fíjense que Pablo dice que estaba decidido a darles su propia vida.
Pablo no solo era su maestro de la Biblia; era un amigo que los quería mucho.
Todos necesitamos amigos así, en especial hoy día.
Necesitamos conversar, expresar nuestros sentimientos sin miedo a que nos malinterpreten o a que vayan a traicionar nuestra confianza.
Pablo quería de verdad a sus hermanos de Tesalónica.
No los veía como partes de una lista que iba tachando, como diciendo: “Yo cumplo con mi obligación de enseñarles y me olvido de ellos”.
Él de verdad se preocupaba por ellos.
Podemos trabajar juntos, estar en la misma congregación, incluso compartir una comida, pero eso no nos hace automáticamente amigos de verdad.
Lo cierto es que ser un buen amigo requiere esfuerzo.
Como dice un refrán en algunos países: “Si quieres tener buenos amigos, sé tú un buen amigo”.
¿Somos buenos amigos de los demás?
¿Tomamos la iniciativa para hacer buenos amigos?
Como dijo Pablo, tenemos que estar dispuestos a darles hasta “nuestras vidas”.
Después de hablar de ser un buen amigo, Pablo habló de dar consuelo.
En el capítulo 2, versículo 11, dice: “Saben muy bien que, igual que hace un padre con sus hijos, nosotros los aconsejábamos, los consolábamos y les dábamos testimonio a cada uno de ustedes”.
Antes vimos que Pablo utilizó el ejemplo de una madre para hablar sobre la ternura.
Y ahora en este versículo utiliza el ejemplo de un padre para hablar del consuelo.
Está claro que Pablo a aquellos hermanos los sentía como algo muy cercano.
Los veía casi como si fueran su propia familia.
Los amaba mucho.
Sin duda, un padre sabe muy bien cómo consolar a sus hijos.
Y todos en esta vida pasamos por situaciones tristes o trágicas y necesitamos que nos den consuelo de ese tipo.
Pablo sabía que los tesalonicenses estaban pasando por situaciones difíciles y que incluso muchos de ellos habían sufrido la pérdida de algunos seres queridos.
Miren de qué manera tan bonita les dio consuelo a sus hermanos en el capítulo 5.
Solo vamos a leer un versículo, que habla sobre la resurrección.
Es el versículo 10: “Él murió por nosotros para que, sea que estemos despiertos o estemos dormidos, vivamos junto con él”.
Esas sí que son palabras consoladoras, ¿verdad?
La muerte no significa el final de la relación que tenemos con Jehová.
Vivos o muertos, Jehová nos ama a todos.
En conclusión, los consejos que Pablo dio en esta carta tan animadora y cariñosa que escribió a los tesalonicenses nos pueden animar a todos a dar elogios, ser cariñosos, ser buenos amigos y dar consuelo a los demás.
A medida que se acerca el final de este sistema, la situación se parece al caos que hay en un barco cuando los pasajeros se dan cuenta de que el barco se está hundiendo.
En cambio, nosotros estamos juntos en los botes salvavidas.
Procuramos ayudarnos unos a otros a sobrellevar lo mejor posible esta situación hasta que nos rescaten.
Nos consolamos y nos ayudamos unos a otros con cariño mientras esperamos a que nos rescaten.
Sin duda, todos podemos aplicar las palabras del capítulo 5, versículo 11: “Así que sigan animándose unos a otros y edificándose unos a otros, como ya lo están haciendo”.