Jeffrey Winder: El principio de autoridad es perfecto (1 Cor. 14:40)

 En el análisis de esta mañana vamos a hablar un poquito del principio de autoridad, la forma que Jehová tiene de asegurarse de que todo se haga “de forma digna y ordenada”.

Pero a muchas personas la idea de autoridad les resulta desagradable.

De hecho, el comentario menciona que muchas “mujeres se sienten oprimidas” por ella.

¿Y por qué se sienten así?

¿Es que hay algún problema con este principio?

La respuesta es no.

El principio de autoridad es perfecto, y Jehová lo estableció porque nos ama muchísimo.

El problema casi siempre está en que las personas no cumplen bien con su responsabilidad, con el papel que se les ha asignado.

Por eso vamos a ver ahora tres razones por las que podemos decir que el principio de autoridad es perfecto.

Es una muestra de amor por parte de Jehová.

La primera es que Jehová demuestra lo sabio que es al darles autoridad a algunas personas.

Vamos a leer juntos 1 Corintios, capítulo 11, y leemos el versículo 3.

En este versículo se describe el principio de autoridad, y aquí veremos cómo se refleja la sabiduría de Jehová.

1 Corintios 11:3: “Pero quiero que sepan que la cabeza de todo hombre es el Cristo, que la cabeza de la mujer es el hombre y que la cabeza del Cristo es Dios”.

Entonces, ¿cómo se ve aquí la sabiduría de Jehová?

Bueno, La Atalaya dijo que hay dos elementos claves en el principio de autoridad.

Y, si tuviéramos que elegir cuáles son esos dos elementos, ¿cuáles elegiríamos?

¿Quizás autoridad y sumisión?

Eso parece lógico, pero no es lo que dijo La Atalaya. Dijo que los dos elementos son “la autoridad que se tiene y la responsabilidad por cómo se ejerce”.

Y siguió diciendo: “Jehová le ha dado a Jesús autoridad sobre la congregación; pero, a su vez, Jesús es responsable ante Jehová por cómo nos trata.

Jehová también le ha dado al esposo autoridad sobre su esposa y sus hijos; pero, a su vez, el esposo es responsable ante Jehová y Jesús por cómo trata a su familia”.

Fin de la cita.

Entonces, la sabiduría se ve en que siempre habrá alguien comprobando que no se abuse de la autoridad.

Por ejemplo, la autoridad del esposo sobre su familia no es absoluta.

O sea, él no puede hacer lo que le dé la gana o tratarlos de cualquier manera solo porque es el cabeza de familia.

No, tiene que rendir cuentas a Jehová y a Jesús por la manera en la que trata a su familia.

Un hombre espiritual, que ve las cosas como Jehová las ve, agradece mucho esto, porque lo ayuda a cumplir bien con su responsabilidad.

Esta es la primera razón, el primer punto: el principio de autoridad demuestra que Jehová es muy sabio.

El segundo punto es que, gracias al principio de autoridad, todos en la familia cumplen una función importante.

En realidad, este principio está muy relacionado con el texto de hoy.

Leamos de nuevo 1 Corintios 14:40: “Háganlo todo de forma digna y ordenada”, “digna y ordenada”.

El principio de autoridad ayuda a la familia a lograr esto.

Por ejemplo, dentro de la familia la esposa tiene un papel específico, bien definido, y que la dignifica.

Y la Biblia le da libertad, total libertad, para actuar dentro de ese papel que le pertenece solo a ella.

Y los esposos, ¿verdad que valoramos mucho todo lo que ellas hacen por la familia, al cumplir tan bien con la función que Jehová les ha dado?

Cuántas veces nuestras esposas, que son mujeres espirituales, nos han dicho algo que evitó que metiéramos la pata.

O nos han ayudado a ver un asunto desde otro punto de vista, algo que nunca se nos hubiera ocurrido a nosotros.

Y cuántas otras veces, con sus palabras, nos han ayudado a tomar una buena decisión o a darnos cuenta de que podríamos hacer algo por alguien que lo necesita.

Están haciendo lo que Jehová les ha asignado.

¡Y cuánto aportan las esposas a la felicidad, el buen funcionamiento y la reputación de nuestra familia!

Entonces, el segundo punto es que, gracias al principio de autoridad, todos en la familia cumplen una función importante.

El tercer punto es que la raíz o la base de este principio es el amor.

Esto se ve, por ejemplo, en Efesios 5:25.

Fíjense en cómo Jehová les dice a los esposos claramente de qué manera deben cumplir con la función que tienen según el principio de autoridad.

Efesios 5:25 dice: “Esposos, sigan amando a sus esposas, tal como el Cristo también amó a la congregación y se entregó por ella”.

Así que el principio de autoridad no es algo frío ni un simple reparto de tareas.

La autoridad se debe ejercer con amor.

El amor siempre debe ser el centro; nunca debe faltar el amor.

Tal como decía el versículo, “sigan amando a sus esposas”.

También en el versículo 25 hay algo que Jehová deja claro: que los esposos deben imitar la manera como Jesús trata a la congregación.

Básicamente es como si Jehová dijera algo así: “Fíjense en el Cristo, esposos; así es como deben amar siempre a sus esposas, siempre”.

Entonces, aunque algunos se sientan oprimidos por la autoridad en la familia, como hemos visto, el problema no está en el principio de autoridad.

Este principio es perfecto.

Refleja el amor y la sabiduría de Jehová.

Le da a cada uno un papel específico que lo dignifica.

Y, por último, la autoridad se debe ejercer con amor.

Así que ¿quién es responsable o quién tiene que asegurarse de que nadie se sienta oprimido dentro de la familia?

Está claro que cada miembro de la familia.

Un versículo que nos puede ayudar en esto es Efesios 4:16.

Aunque aquí está hablando específicamente de la congregación, el principio que se extrae de este versículo se puede usar en la familia también.

Efesios 4:16 dice: “Por medio de él, todas las partes del cuerpo están armoniosamente unidas y cooperan gracias a las coyunturas que aportan lo necesario.

Cuando cada miembro cumple bien su función, esto contribuye a que el cuerpo crezca al edificarse sobre el amor”.

Lo que dice este versículo es totalmente cierto del cuerpo humano.

Cuando todas las partes de nuestro cuerpo funcionan bien, sin problemas, no nos cuesta nada hacer las cosas.

Pero ¿alguna vez te has hecho daño?

¿Alguna vez te has roto un brazo y lo has tenido inmovilizado?

¿Has tratado de atarte los cordones con una mano o abrocharte los botones de la camisa o escribir en la computadora?

Es muy difícil.

Pero, cuando cada parte funciona bien, es que ni lo pensamos.

Hacemos las cosas así de fácil.

Y pasa exactamente lo mismo en la familia.

Cuando cada uno “cumple bien su función”, como dice el versículo que hemos leído, eso hace que la familia funcione y que sea feliz.

Y, claro, aquí viene lo difícil, porque todos somos imperfectos.

Ser buenos esposos no sale natural; ser buenas esposas no sale natural.

Pero, haciendo pequeños cambios en nuestra personalidad y en nuestra manera de hacer las cosas, cumpliremos bien nuestra función, y será bueno para nuestra familia.

Y hacemos estos cambios.

Nos esforzamos mucho.

Por ejemplo, si un esposo ve que su tendencia natural es ejercer la autoridad de una manera dura —incluso un poco dominante— o si, al contrario, un esposo se da cuenta de que su tendencia natural es a evitar tomar las riendas o tomar decisiones, entonces, en cualquiera de los casos, el esposo tiene que buscar la guía de la Palabra de Dios y ver qué cambios puede hacer para cumplir bien con su función y que a la familia le vaya bien.

Lo mismo con las esposas.

Si una esposa ve que su tendencia es a ser un poquito dura con su esposo, quiere tener la última palabra o cambiar sus decisiones, o si, al contrario, una esposa se da cuenta de que podría estar aportando más a su familia en sentido espiritual, pues hará lo mismo.

Buscará la guía de la Biblia, verá qué cambios tiene que hacer, cumplirá bien con su papel, y eso será muy bueno para su familia.

Si todos cumplen con el papel que les corresponde dentro del principio de autoridad, la familia será feliz.

En resumen, hemos visto que el principio de autoridad es perfecto.

Viene de Jehová.

Y nosotros, ¿qué tenemos que hacer?

Si cada uno se esfuerza por hacer su parte, veremos que cada vez nos va mejor y le daremos gracias a Jehová por cuidar de nuestra familia con tanto amor.

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