Desde siempre, la gente ha luchado por obtener libertad, ya sea libertad religiosa, libertad de expresión, libertad de prensa o, la más común, libertad de la esclavitud.
Lo que consideramos libertad depende de factores como nuestro entorno, nuestras circunstancias e incluso nuestra edad.
De niño, recuerdo que los chicos del vecindario nos juntábamos el último día de vacaciones para jugar lo que llamábamos “el partido del último día de libertad”.
Claro, porque las clases comenzaban al día siguiente.
Ahora bien, ¿qué es la verdadera libertad?
Saber exactamente lo que es es un asunto de vida o muerte.
Sin importar lo que pensemos o sintamos sobre la libertad, hay un hecho innegable que tenemos que reconocer.
Y este es que no hay más que dos tipos de libertad: la libertad verdadera, que ofrece Jehová, y la libertad falsa, que ofrecen Satanás y su mundo.
Y cada uno de nosotros debemos elegir cuál de estas dos queremos.
Vamos a analizar más a fondo estos dos tipos de libertad, pues nuestra vida eterna depende de la elección que hagamos.
Abran sus biblias en el capítulo 7 de Mateo.
Vamos a leer los versículos 13 y 14.
Aquí vamos a encontrar una comparación que Jesús hizo en el Sermón del Monte.
En esta comparación, Jesús habla sobre dos puertas y sobre dos caminos.
Y verán qué tiene que ver con las dos libertades que acabamos de mencionar.
Mateo 7:13, 14.
Dice: “Entren por la puerta angosta.
Porque ancha es la puerta y espacioso es el camino que lleva a la destrucción, y son muchos los que entran por esa puerta; mientras que angosta es la puerta y estrecho es el camino que lleva a la vida, y son pocos los que lo encuentran”.
A primera vista, ese camino “espacioso” podría parecer el camino de la libertad verdadera.
¿Por qué?
Pues porque es el más cómodo.
Quienes andan por este camino pueden ir adonde prefieran, pensar como prefieran y vivir como prefieran.
No hay ninguna restricción, no hay reglas ni obligaciones.
Y tendría sentido pensar que esto sí es libertad, porque hay quien la define como la capacidad de hacer lo que uno quiera sin que nada o nadie se lo impida.
Pero esa es justamente la libertad que nos ofrecen Satanás y su mundo.
¿Es una libertad verdadera?
Miren, vamos a Efesios, capítulo 2.
Leeremos los versículos 2 y 3.
En estos versículos, se describe qué es lo que pasa con aquellos que deciden entrar por la puerta ancha y recorrer el camino espacioso.
Efesios 2:2, 3 menciona lo siguiente: “Que en otro tiempo cometieron siguiendo el sistema de este mundo, siguiendo al gobernante que tiene autoridad sobre el aire, sobre el espíritu que ahora actúa en los hijos de la desobediencia.
Así es, en un tiempo todos nosotros nos comportábamos como ellos de acuerdo con los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de nuestros pensamientos, y por naturaleza éramos hijos de la ira, igual que los demás”. ¿Se dieron cuenta de que quienes van por este camino no son para nada libres?
Tienen un gobernante, el que tiene “autoridad sobre el aire”: Satanás, el Diablo.
Y también tienen un amo.
Hacen “la voluntad de la carne”, son esclavos de “la carne” y de sus deseos.
Ahora vamos a 2 Pedro, capítulo 2.
Leeremos el versículo 19.
Este versículo confirma que la promesa de Satanás de libertad es una promesa falsa, porque equivale a esclavitud.
2 Pedro 2:19 dice: “Aunque les prometen libertad, ellos mismos son esclavos de la corrupción”.
Y aquí viene la razón: “Porque el que es vencido por alguien se convierte en su esclavo”.
El camino de Satanás no lleva a la libertad verdadera.
Además, ni siquiera es un camino libre.
Más bien, es como una carretera de peaje.
Y el precio que hay que pagar por andar en ella es muy alto.
Quien va por este camino espacioso lo paga con enfermedades de transmisión sexual, familias rotas, y daño físico y mental como resultado del abuso del alcohol, de las drogas y de la violencia.
¿Pagaría usted ese precio tan alto por andar en una carretera sin salida y que solo termina en destrucción?
Pero ¿qué hay del otro camino sobre el que habló Jesús?
Él dijo que la puerta es “angosta”, y el camino, “estrecho”.
¿Por qué son tan pocas las personas que deciden ir por este camino?
Principalmente porque son muy pocas las personas que quieren que las leyes y principios de Dios rijan sus vidas, aunque esos principios —o límites— ayudan a las personas que van en ese camino a resistir los deseos de hacer cosas incorrectas y a permanecer en ese camino a pesar de la presión de grupo y a pesar de las burlas.
El camino ancho es para gente egoísta, gente que quiere darse gusto, sentirse bien y solo hacer cosas que los benefician a ellos mismos.
Por el contrario, el camino angosto es para las personas que están dispuestas a hacer sacrificios, trabajar duro, y obedecer y respetar la autoridad.
Y ese camino angosto es el camino de la libertad verdadera.
Curiosamente, algunos textos bíblicos que hablan sobre la verdadera libertad podrían resultarnos un poco confusos.
Veamos un ejemplo en 1 Pedro 2:16.
Mientras lo leemos, fíjense en que hay algunos conceptos que parecen contradictorios.
1 Pedro 2:16.
Dice: “Vivan como personas libres, pero no usen su libertad como excusa para actuar mal, sino para ser esclavos de Dios”.
Qué interesante: podemos ser libres y al mismo tiempo ser esclavos.
Lo cierto es que a la mayoría de las personas no les gustaría ser esclavos de nada ni de nadie en absoluto.
Sin embargo, en tiempos bíblicos, los esclavos disfrutaban de ciertas ventajas.
Vamos a ver un ejemplo.
En Israel, si un hombre estaba demasiado endeudado, podía venderse a sí mismo para pagar su deuda.
Pero no sería un esclavo para siempre; quedaría libre luego de siete años de servicio o en el año del Jubileo, lo que llegara primero.
Además, mientras era esclavo, su amo lo trataba como asalariado, lo protegía y no lo maltrataba.
Y, una vez que era liberado, incluso le daba un regalo para ayudarlo a empezar su nueva vida.
Esas eran las instrucciones de Jehová.
Así que podemos darnos una idea de lo que es ser un esclavo a los ojos de Jehová.
La vida de un esclavo israelita podía ser tan buena que había algunos que decidían pasar el resto de su vida como esclavos.
En Éxodo 21:5, 6, se describe esta posibilidad.
Miren, dice así: “Pero, si el esclavo dice una y otra vez ‘No deseo ser libre, pues quiero a mi amo, a mi esposa y a mis hijos’, su amo lo presentará ante el Dios verdadero.
Entonces lo apoyará en la puerta o en el marco de la puerta y le perforará la oreja con un punzón.
Así se convertirá en su esclavo para toda la vida”.
Somos como ese esclavo.
Como amamos a Jehová y agradecemos tanto la verdadera libertad que nos da, estamos decididos a entregarle nuestras vidas.
Y, para identificarnos como esclavos de Jehová, no nos perforamos la oreja, pero sí nos dedicamos y nos bautizamos.
Así que tenemos que decidir qué libertad queremos.
¿Iremos por el camino espacioso de la libertad falsa que ofrece el mundo de Satanás?
Recordemos que es un callejón sin salida, que lleva a la destrucción.
¿O iremos por el camino estrecho de la libertad verdadera?
Si seguimos por este camino, que se rige por las normas de Jehová, llegaremos a nuestro destino final, que es la vida eterna.
Ya hoy disfrutamos de libertad.
No somos esclavos del miedo al futuro o del miedo a la muerte.
Hemos sido liberados de las dolorosas consecuencias que sufren quienes deciden pasar por alto las normas de Jehová.
Y, en el nuevo mundo, Jehová le concederá a la entera humanidad las libertades que todas las personas de corazón sincero están buscando hoy.
Vivirán libres del miedo, libres de la maldad, del hambre, de la pobreza, de la contaminación, de la enfermedad y de la guerra.
Por eso, sigamos andando en el camino de la verdadera libertad, que proviene de Jehová, y ayudemos a otros a encontrar ese camino y andar en él.