James Mantz: Jehová es nuestro Alfarero (Is. 64:8)

Los cálculos varían, pero hay quien dice que los elementos químicos básicos que componen un ser humano pueden valorarse en tan solo 5 dólares.

Esto encaja con la descripción de la creación del hombre que hace Génesis 2:7.

Por favor, abran sus biblias en este versículo.

Cuando lo lean, fíjense en qué materiales usó Jehová para crear al hombre.

Génesis 2:7 dice: “Y Jehová Dios pasó a formar al hombre del polvo del suelo y a soplarle el aliento de vida en la nariz.

Y el hombre se convirtió en un ser vivo”.

Jehová tomó elementos básicos del suelo y creó con ellos una estructura compleja.

Entonces le dio el aliento de vida, y así convirtió simple polvo en algo de un valor incalculable.

De un puñado de polvo valorado en 5 dólares, Dios creó un ser inteligente, capaz de andar y hablar, un ser humano hecho a su imagen.

Como el hombre está hecho del polvo del suelo, estuvo muy bien que los profetas Jeremías e Isaías usaran el ejemplo de un alfarero que moldea barro para describir la relación que tenemos con nuestro Creador.

Podríamos hablar mucho sobre este ejemplo, pero nos centraremos en tres lecciones que podemos aprender del alfarero y el barro.

La primera es estar contentos con la manera en la que Jehová nos moldea y nos usa.

La segunda es ser pacientes y aguantar.

Y, la tercera, desarrollar un corazón obediente.

Analicemos la primera lección: estar contentos con la manera en la que Jehová nos moldea y nos usa.

La alfarería es un arte muy apreciado en Japón.

Y, en función de la procedencia del barro y los métodos que se empleen, los resultados pueden ser únicos.

La alfarería de la ciudad de Bizen, al oeste de Japón, es conocida como bizen-yaki, o cerámica de Bizen, y es famosa por sus tonos tierra y porque no está esmaltada.

La cerámica mashiko-yaki, hecha en la ciudad de Mashiko, al norte de Tokio, es muy colorida y está esmaltada.

Cada pieza de cerámica de estas zonas tiene características únicas.

Pero, independientemente del color, la consistencia o el origen del barro, el resultado final sigue siendo una pieza de cerámica.

Lo mismo puede decirse del pueblo de Jehová.

Cada uno de nosotros es único.

Es cierto que procedemos de todas partes del mundo y que nuestros rasgos físicos, costumbres, personalidades e idiomas varían mucho.

Pero todos tenemos algo en común: todos somos moldeados por el mismo Alfarero.

Jehová usa su Palabra, su espíritu santo y su organización para moldearnos y hacer de nosotros una pieza valiosa.

Pero ahora vemos que otro trozo de barro está tomando una forma diferente en el torno del Alfarero.

Se está convirtiendo en una útil jarra.

Y hay otro que empieza a parecerse a un precioso jarrón.

Y yo soy un simple cuenco.

Bueno, pues no hay por qué ser envidiosos o competitivos.

Al contrario, deberíamos estar contentos de que Jehová tenga tanta variedad de siervos leales, que usan las habilidades que él les ha dado para alabarlo.

Por favor, abran la Biblia en 1 Corintios, capítulo 12.

Leeremos los versículos 14, 17 y 18.

Allí se usa el cuerpo humano para mostrar la gran variedad de dones que podemos encontrar en la Congregación cristiana.

Así que no deberíamos ser competitivos.

Primera a los Corintios 12:14, 17 y 18 dice: “En realidad, el cuerpo no está formado por un solo miembro, sino por muchos”.

Y el versículo 17 dice: “Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿dónde estaría el sentido del oído?

Si todo fuera oído, ¿dónde estaría el sentido del olfato?

Pero Dios colocó cada uno de los miembros del cuerpo como él quiso”.

Recordemos: Jehová es el Alfarero; nosotros el barro.

Y él nos usará para hacer su voluntad teniendo en cuenta cuáles son nuestros puntos fuertes.

Para ver la segunda lección, vayamos ahora a Santiago, capítulo 1; leeremos el versículo 4.

Este texto habla de la importancia de ser pacientes y aguantar.

Santiago 1:4 dice: “Pero dejen que el aguante complete su obra, para que ustedes sean completos y sanos en todos los sentidos, y no les falte nada”.

Entonces, ¿por qué es necesario aguantar para ser moldeados?

Bueno, la alfarería es un proceso que requiere tiempo, y es por eso que el alfarero usa un torno para mantener el barro dando vueltas, y pasa una y otra vez por los mismos puntos.

Así, poco a poco le va dando forma al barro.

Además, antes de colocar el barro en el torno, le quita las impurezas que tenga, como piedrecitas o astillas.

Después, lo pisa para dejarlo pastoso y maleable.

A continuación, lo amasa como si fuera una masa de pan.

Y finalmente lo coloca en el torno.

Del mismo modo, para que Jehová pueda comenzar a moldearnos, hace falta mucho trabajo previo.

Cuando empezamos a aprender la verdad, tenemos muchas impurezas mezcladas con el barro.

Podrían ser defectos en nuestra personalidad, alguna conducta impropia o creencias y prácticas de una religión falsa.

Una vez que corregimos estas cosas, nos dedicamos a Jehová, y él nos pone en el torno para seguir moldeándonos.

En este punto, aún no tenemos forma, pero con paciencia Jehová nos va convirtiendo en una pieza valiosa.

Algunos llevamos décadas siendo moldeados.

Otros solo llevan pocos años.

Pero, no importa cuánto tiempo llevemos dando vueltas en el torno del Gran Alfarero, todos tenemos que aguantar y seguir siendo suaves y maleables.

Tener un corazón obediente nos ayudará a lograrlo; y esa es la tercera lección.

Cuando Salomón se convirtió en el rey de Israel, le hizo una petición a Jehová.

Se encuentra en 1 Reyes 3:9.

Allí, él dijo: “Concédele a tu siervo un corazón obediente para juzgar a tu pueblo, para distinguir entre lo bueno y lo malo”.

Tener “un corazón obediente” implica dejar que Jehová moldee nuestros deseos, afectos, emociones, sentimientos y motivaciones, y nuestras metas en la vida.

Es interesante que muchas piezas de cerámica sean huecas, eso significa que el alfarero ha introducido las manos en el barro para darles esa forma desde el interior.

Del mismo modo, la Palabra de Dios debe entrar en nuestro corazón para poder moldearnos desde el interior.

Por favor, abran sus biblias en Salmo 143:10.

Estas palabras de David muestran que era un hombre humilde y dispuesto a aprender; y esas cualidades pueden ayudarnos a desarrollar un corazón obediente.

Salmo 143:10 dice: “Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios.

Tu espíritu es bueno; que me guíe por terreno llano”.

Como hemos visto, podemos aprender mucho de la comparación del alfarero y el barro.

Primero, nos enseña a estar contentos con la manera en la que Jehová nos moldea, a nosotros y a nuestros hermanos.

También nos muestra que es importante tener aguante y desarrollar un corazón obediente.

Así que dejemos que nuestro Gran Alfarero nos siga moldeando con cariño y delicadeza.

Si lo hacemos, algún día parará su torno y dejaremos de dar vueltas.

Mirará hacia abajo a lo que antes era un puñado de polvo de 5 dólares y, con una sonrisa, dirá: “¡Perfecto!”.

Y, cuando lo escuchemos, nos pondremos tan contentos que diremos lo mismo que Isaías: “Oh, Jehová [...].

Nosotros somos el barro y tú eres nuestro Alfarero”.

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