Hoy vamos a responder dos preguntas: ¿Qué tenemos en común con Noé?
¿Y qué aprendemos de él?
Bueno, al igual que Noé, nosotros confiamos plenamente en que Jehová cumplirá su promesa de acabar con la maldad y de que lo hará en el momento exacto.
Pero ¿qué ayudó a Noé a fortalecer su confianza en las promesas de Jehová?
Seguramente lo que aprendió cuando era joven.
Para confirmar esto, analizaremos el caso de dos familiares de Noé que, sin duda, tuvieron una gran influencia en él.
El primero es su padre, Lamec, quien seguramente le enseñó de Jehová.
La obra “Perspicacia” afirma claramente: “Lamec tenía fe en Dios”.
Pero ¿qué pruebas encontramos en la Biblia de que Lamec y probablemente también su esposa tenían una fe fuerte en Jehová?
Encontramos una en Génesis, capítulo 5.
Analicemos ese capítulo unos minutos.
Si quieren, pueden leer los versículos 6 al 31 del capítulo 5 más tarde.
Allí verán que hay una lista de ocho padres y ocho hijos.
La lista comienza con Set y su hijo Enós, y termina con Lamec y su hijo Noé.
Pero hay algo que diferencia a Lamec de los demás.
¿Qué es?
De todos los padres de esta lista, solo Lamec da una razón para ponerle ese nombre a su hijo.
Leemos esta razón en los versículos 28 y 29.
Dice: “Cuando Lamec tenía 182 años, tuvo un hijo.
Lo llamó Noé”.
Detengámonos un momento.
La nota nos da el significado probable del nombre “Noé”: “descanso” o “consuelo”.
Pero luego viene la parte más importante.
Lamec explica por qué le puso a su hijo este nombre, que significa “consuelo”.
En el versículo 29, Lamec dice: “Este hijo nos aliviará [o consolará, como dice la nota] del trabajo y del esfuerzo doloroso de nuestras manos a causa del suelo que Jehová ha maldecido”.
Fíjense en las expresiones que usó Lamec: “esfuerzo doloroso” y “el suelo que Jehová ha maldecido”.
Esto muestra que estaba pensando en lo que había pasado en el jardín de Edén.
De hecho, al hablar del dolor, del suelo y de maldecir, estaba diciendo lo mismo que Jehová le había dicho a Adán después de la rebelión: “El suelo está maldito por tu culpa.
Te costará muchísimo trabajo sacar alimento de él”.
Al expresar las mismas ideas que Jehová, vemos que Lamec sabía que la rebelión de Adán y Eva había sentenciado a los seres humanos a un dolor que parecía no tener alivio ni consuelo.
No hay duda de que había meditado en las palabras de Jehová.
Pero Lamec no solo pensaba en las cosas malas que habían pasado, sino que también veía un futuro feliz.
En la primera parte del versículo 29, él dijo acerca de Noé: “Este hijo nos aliviará del trabajo”.
Está claro que Lamec esperaba que su hijo Noé fuera clave en aliviar los problemas de los seres humanos.
Pero sus palabras no fueron solo algo bonito que un padre dice sobre su hijo.
¿Por qué es importante lo que dijo sobre Noé?
La obra “Perspicacia” dice que las palabras de Lamec fueron “revelaciones inspiradas del propósito y la voluntad de Dios”.
Es decir, estaba expresando lo que Jehová pensaba y sentía en cuanto a Noé.
Y, aunque Lamec murió cinco años antes del Diluvio, su profecía se cumplió.
¿Cuándo ocurrió?
“La Atalaya” de noviembre de 2017 declaró: “Jehová hizo que [Lamec] pronunciara una profecía sobre su propio hijo, Noé, que se cumplió después del Diluvio”.
¿Cuándo se cumplió exactamente?
Encontramos la respuesta en Génesis 8:21.
Poco después del Diluvio, cuando Noé le hizo ofrendas quemadas a Dios, “Jehová dijo en su corazón: ‘Nunca más maldeciré el suelo por culpa de los hombres’ ”.
No hay duda de que Noé había estado a la altura del nombre que su padre le había puesto.
Como Noé demostró que tenía fe, Jehová lo usó para traer alivio.
Ahora bien, ¿qué podemos aprender del relato de Noé y su padre?
Bueno, muchos podemos decir que, como a Noé, nos criaron padres cristianos.
Y sabemos que, al servir a Jehová de todo corazón, hacemos muy felices a nuestros padres.
Ellos se alegran de que sirvamos en Salones de Asambleas, en oficinas de traducción, en la construcción de instalaciones teocráticas, en Betel y en las congregaciones.
Al igual que Lamec, los padres cristianos de hoy día le piden a Jehová que el servicio sagrado que le prestan sus hijos en estos lugares consuele y alivie a mucha gente.
Y los que ya hemos perdido a nuestros padres deseamos que llegue el momento en que resuciten en el Paraíso y les podamos contar que usamos nuestra vida al máximo en el servicio a Jehová.
Qué felices estarán cuando escuchen que lo que nos enseñaron sobre Jehová nos ayudó a fortalecer nuestra fe en sus promesas y a sobrevivir a Armagedón.
Igualmente, podemos imaginarnos que, cuando Noé resucite, deseará contarle a su padre que aguantó hasta el final de aquel viejo sistema y sobrevivió al Diluvio.
Piensen en lo contento que estará Lamec cuando sepa que su hijo sí les trajo consuelo y alivio a muchas personas.
Ahora, aparte de Lamec, ¿quién es el otro familiar de Noé que seguramente lo ayudó a creer que todas las promesas de Jehová se cumplirían y que protegería a sus siervos?
Les doy una pista.
La Biblia dice lo mismo tanto de Noé como de este familiar suyo.
En Génesis, capítulo 6, leemos que Noé “andaba con el Dios verdadero”.
Y en el capítulo 5 dice que “Enoc siguió andando con el Dios verdadero”.
Enoc fue el bisabuelo de Noé.
Como Jehová inspiró al escritor del libro de Génesis a decir lo mismo de estos dos hombres, notamos que Noé tenía mucho en común con su bisabuelo.
Es cierto que Enoc y Noé nunca se conocieron, porque Enoc murió antes de que naciera Noé.
Pero el padre de Noé coincidió durante más de 100 años con Enoc.
Podemos imaginarnos a Lamec contándole a Noé historias sobre su bisabuelo: que Enoc fue un profeta valiente a pesar de estar rodeado de gente mala y que aquella gente lo odiaba tanto que quisieron matarlo.
Pero, a pesar de estar en peligro, la Biblia dice en Génesis 5:22 que Enoc “siguió andando con el Dios verdadero”.
Y Jehová lo protegió.
Al escuchar aquellas historias y reflexionar en la fe y la valentía de Enoc, sin duda el deseo de Noé de imitarlo siguió creciendo cada vez más.
De hecho, su fe se fortaleció tanto que siguió andando con Dios durante 600 años hasta que vino el Diluvio.
Y eso a pesar de estar rodeado de gente malvada y violenta.
Como hemos visto, a Noé seguramente lo fortaleció la fe de sus familiares que vivieron antes que él.
De igual manera, puede que algunos de ustedes sean de la tercera o cuarta generación de siervos de Jehová en su familia.
Si es así, tal vez sus padres o sus abuelos les contaron historias de familiares que sirvieron a Jehová, quizás en tiempos del hermano Rutherford o incluso antes.
Seguro que, cuando escuchaban esas historias de fidelidad de sus familiares, su deseo de imitarlos crecía cada vez más.
Pero ¿y si nuestra familia no ha servido a Jehová por mucho tiempo?
Bueno, las biografías de hermanos y hermanas de generaciones anteriores que aparecen en “La Atalaya” también nos pueden animar.
Cuando aprendemos del valor y aguante que mostraron, nuestra fe se fortalece.
Así es, los ejemplos de los siervos de Dios del pasado que encontramos en la Biblia, que vemos en nuestra familia o que leemos en las biografías de “La Atalaya” nos ayudan a confiar plenamente en que Jehová cumplirá sus promesas.
Y, esa confianza, ¿a qué nos motivará a nosotros?
A imitar a Noé y andar con Dios, no solo ahora, sino para siempre.