Las ciudades de refugio eran una muestra de la misericordia de Dios.
Y la verdad es que podemos relacionarlas con algo que nos puede ser familiar y que estoy seguro de que hemos escuchado antes: la idea de perdonar y olvidar.
Y es posible que ustedes también traten de hacer eso.
Claro, quizás les surja la pregunta de si de verdad las ciudades de refugio eran algo pensado para perdonar y olvidar.
Imaginen que estamos en esa época y que alguien está cortando un árbol y de repente la cabeza del hacha sale volando y mata a su tío.
¿Le dirían algo como: “Uy, fue un accidente.
No era tu intención.
Sé que lo sientes.
Te perdono y nos olvidamos de todo esto”?
No, en ese caso, el pecado no se podía pasar por alto porque para Jehová la vida y la sangre son sagradas.
Entonces, que hubiera ciudades de refugio, ¿significa que aunque Dios es misericordioso no perdona u olvida?
Bueno, si abren la Biblia en el capítulo 4 de Efesios, hay un versículo que nos da una respuesta muy clara a esta pregunta.
Es en Efesios 4, versículo 32: “Más bien, sean bondadosos unos con otros, trátense con ternura y compasión, y perdónense con generosidad, así como Dios los perdonó generosamente a ustedes mediante Cristo”.
Entonces, como hemos visto en el texto que hemos leído, está claro que Jehová perdona.
Ahora bien, en cuanto a olvidar, Jeremías 31 dice sobre el nuevo pacto...
Fíjense en el versículo 34: “Y yo perdonaré su error y no me acordaré más de su pecado”.
Entonces, ¿qué diríamos?
¿Jehová perdona y olvida?
Por ejemplo, pensemos en el caso del rey David.
Todos sabemos bien el grave pecado que él cometió.
Aun así, Jehová le dijo a Salomón que su padre había andado en sus caminos “con un corazón íntegro y con rectitud” y que había hecho todo lo que él le había mandado.
Así que está claro que Jehová había perdonado a David.
Pero ¿había olvidado?
¿Había olvidado Jehová los pecados de David?
Bueno, Jehová se encargó de que quedaran registrados en la Biblia y, gracias a eso, nosotros los conocemos.
Así que en el sentido estricto de la palabra podemos decir que Jehová no se olvidó de esos pecados.
Sin embargo, sí los olvidó en el sentido de que los dejó en el pasado.
Jehová dejó aquellos pecados atrás, es decir, no siguió pensando en ellos ni los recordaba para echárselos en cara y castigarlo una y otra vez.
Para Jehová, los pecados que cometió David eran cosa del pasado.
Bueno, ¿y qué hay de nosotros?
¿Nos esforzamos por perdonar y olvidar?
Ya saben que a veces hay personas que parece que tienen la habilidad de hacernos enojar, de hablar de forma hiriente y de hacernos sentir como si nos hubieran clavado un puñal.
Quizás hagan algo desconsiderado y puede que incluso traicionen nuestra confianza revelando un secreto y nos hagan daño.
¿Cómo reaccionaremos nosotros?
¿Nos enojaremos?
¿Le diremos también algo hiriente?
¿O simplemente trataremos de evitar a ese hermano y ya?
Bueno, antes ya leímos Efesios 4:32, que decía: “Perdónense con generosidad, así como Dios los perdonó generosamente a ustedes mediante Cristo”.
Por eso, está claro que, si queremos imitar a Dios, entonces tenemos que estar dispuestos a perdonar.
Y eso implica dejar en el pasado los errores de los demás, no volver a pensar en ellos.
Pero, sinceramente, ¿de verdad podemos hacer eso?
Para ilustrar este punto podríamos pensar en las heridas físicas.
Algunas son superficiales y otras son más graves o más profundas, y no actuamos igual con unas que con otras.
Por ejemplo, imaginémonos que recibimos una carta y que usamos el dedo para abrir el sobre.
Y al hacerlo nos hacemos un pequeño corte con el papel.
“¡Ay, cómo duele!”.
Ojalá hubiéramos usado un abrecartas.
Pero no, usamos el dedo, y nos hicimos daño.
Pero, si nos ha pasado esto, ¿no es verdad que al cabo de un par de días ni siquiera nos acordamos de dónde estaba la herida?
¡Claro que nos cortamos!
Pero ya se nos olvidó.
Por supuesto, hay otras heridas que son mucho más graves y profundas.
Digamos que nos tienen que operar urgentemente de una apendicitis.
Pero, en vez de hacernos una laparoscopia con tres agujeritos, nos hacen una incisión bastante grande.
¿Sería lógico que después de la operación metiéramos el dedo en la herida y comenzáramos a hurgar donde antes teníamos el apéndice?
¿Creen que eso nos ayudaría a sentirnos mejor?
¿O, más bien, intentaríamos no pensar más en la herida?
Se irá curando poco a poco y puede que, durante unos días, todavía nos duela al caminar.
Pero con el tiempo se nos habrá olvidado.
Lo cierto es que, si hace años que nos operaron de apendicitis, seguramente ya ni nos acordamos, ya no pensamos en aquello.
Claro, es posible que tengamos una cicatriz en el abdomen, pero para nosotros ya es cosa del pasado.
¿Podríamos hacer eso mismo cuando alguien diga algo poco amable que hiera nuestros sentimientos o diga algo que traicione nuestra confianza?
Bueno, en casos así, recordemos Colosenses 3:13.
Dice así: “Sigan soportándose unos a otros y perdonándose con generosidad incluso si alguno tiene una razón para quejarse de otro.
Jehová los perdonó con generosidad a ustedes, así que hagan ustedes igual”.
¿Verdad que nosotros queremos hacer igual que Jehová?
Ya que él nos perdona con generosidad, ¿no nos motiva eso a también hacer lo mismo con los demás?
Por supuesto, esto no significa que Jehová, literalmente, se olvide del daño que nos han hecho.
¿Y nosotros?
Quizás tampoco.
Ahora bien, seguro que todos recordamos lo que Jesús mencionó al enseñar la oración modelo: “Perdónanos nuestras deudas, como nosotros también hemos perdonado a nuestros deudores”.
Por lo tanto, pensemos: si nosotros no perdonáramos a quien nos ha ofendido, ¿podríamos esperar que Dios nos perdone a nosotros?
Así pues, resumiendo lo que hemos visto, ¿cómo podemos nosotros poner en práctica esta idea de perdonar y olvidar?
Bueno, cuando perdonamos de esta forma, dejamos atrás los errores de los demás, los dejamos completamente en el pasado, no seguimos enojados para siempre, no guardamos resentimiento y ni siquiera hablamos con otros del daño que nos hicieron.
Quizás fue algo sin importancia, como un pequeño cortecito que nos hacemos con un papel que, en un par de días, ya ni nos acordamos de dónde nos lo hicimos.
¿Podemos hacer eso cuando nos ofendan o cuando nos hagan daño?
Pero, incluso cuando es algo más serio —cuando nos hacen algo más grave—, ¿podemos imitar a Jehová y olvidar en el sentido de dejar atrás la ofensa, dejarla en el pasado?
Bueno, si recuerdan, Jehová no siguió castigando a David vez tras vez después de que él pecara.
Así que nosotros también podemos olvidar que alguien nos ofenda, que nos haga daño o que traicione nuestra confianza.
¿Podemos dejar atrás lo que nos ha hecho y recordar que esa persona sigue siendo nuestro hermano?
Y, claro, es imperfecto, como nosotros también somos imperfectos, pero tenemos que dejar su error atrás y perdonarlo, así como Jehová nos perdona a nosotros.