El texto de hoy, Eclesiastés 7:8, empieza diciendo: “Mejor es el fin de un asunto, posteriormente, que su principio”.
Y después añade: “Mejor es el que es paciente que el que es altivo de espíritu”.
Si somos pacientes, una situación que se veía muy gris al principio puede terminar mucho mejor de lo que hubiéramos imaginado.
¿Hay algún ejemplo bíblico que respalde esa idea?
Primer libro de los Reyes capítulo 20.
Vamos a buscarlo.
El rey Ben-hadad de Siria, junto con otros 32 reyes, estaba haciendo guerra contra Israel.
El comienzo de esa historia no pintaba nada bien para los israelitas.
De hecho, si notamos, 1 Reyes 20:7 dice que “el rey de Israel llamó a todos los ancianos del país y dijo: ‘Fíjense, por favor, y vean que lo que este anda buscando es calamidad; porque envió a mí por mis esposas y mis hijos y mi plata y mi oro, y no los retuve de él’”.
El escenario era sombrío.
Pero, al observar el siguiente intercambio de mensajes
entre ambos reyes, vemos claramente que Ben-hadad era altivo.
Podemos imaginar el orgulloso tono de voz que usó al decir en el versículo 10: “¡Así háganme los dioses, y así añadan a ello, si el polvo de Samaria haya de bastar para dar puñados
a toda la gente que me sigue!”.
De nuevo, el comienzo era desalentador.
Pero Acab usó el mismo principio del texto de hoy para responderle.
El versículo 11 dice: “El rey de Israel contestó y dijo: ‘Háblenle: “El que se ciñe [lo que se hace al principio], no se jacte como el que se desabrocha [que se hace al final]”’”.
Para Israel, las cosas terminaron mejor de lo que empezaron.
El versículo 21 relata que el rey de Israel “derribó a los sirios con una gran matanza”.
En efecto, el fin del asunto fue mejor que su principio.
¿Tenemos algún otro ejemplo que también respalde esta idea?
Sí, está en Jueces 15.
Allí encontramos uno de los relatos sobre Sansón.
Él causó daño a muchos filisteos.
Fueron tantos que ahora los filisteos se dirigían a Judá para buscar venganza.
Cuando los hombres de Judá se dieron cuenta de ello, les dio miedo que los asesinaran.
Así que fueron tras Sansón y lo entregaron a los filisteos.
Jueces 15:13 describe una situación bastante delicada para Sansón.
La última oración del versículo dice: “Lo ataron con dos sogas nuevas y lo hicieron subir del peñasco”.
A los orgullosos filisteos les dio mucho gusto recibir a Sansón ya atado y en custodia.
De hecho, el versículo 14 relata: “Él, por su parte, vino hasta Lehí, y los filisteos, por su parte, gritaron alborozadamente al encontrarse con él”.
¡No podían esperar para ponerle las manos encima!
¿Cómo pudo ser el final de esa historia mejor para Sansón que su principio?
El relato cuenta que el espíritu de Jehová le dio poder y que los grilletes se derritieron en sus manos.
Después, en los versículos 15 y 16, leemos que Sansón encontró una quijada de asno y con ella derribó a 1.000 filisteos.
Para Sansón, el fin del asunto fue mejor que su principio.
¿Y qué hay de Job?
Vayamos a Job 42.
Todos recordamos lo difíciles que fueron las pruebas de Job al comienzo: pasó de una tragedia a otra y, además, tuvo que soportar las humillantes palabras de sus falsos consoladores.
Las cosas difícilmente podían ir peor.
Pero, gracias a que él aguantó con paciencia, ¿cómo resultó ser el final?
Bueno, el versículo 12, de hecho, se parece mucho al texto de hoy.
Job 42:12 dice: “En cuanto a Jehová, él bendijo el fin de Job después más que su principio”.
Ahora pensemos en cómo se ha aplicado el versículo de Eclesiastés 7:8 en nuestras publicaciones.
Veamos un par de ejemplos.
Un número de La Atalaya de 1998 lo relacionó con los padres que dan consejo a sus hijos.
Es posible que durante los años de la adolescencia, algunos hijos pasen por una etapa en la que su actitud resulte muy frustrante para los padres.
De hecho, es probable que durante esos años hasta lleguen a pensar que sus hijos no tienen remedio.
Pero si son pacientes, ¿cuál puede ser el resultado?
Hemos leído en nuestras revistas y escuchado en los programas de este canal incontables historias de adolescentes que regresaron a Jehová cuando se hicieron adultos y que ahora le sirven fielmente.
En esos casos, el fin ha sido mejor que el comienzo.
En 1994, La Atalaya indicó que este principio también tiene que ver con quienes sienten que no se les toma en cuenta.
Si eso sucede, es mucho mejor esperar con paciencia que manifestar una actitud orgullosa.
Cuando finalmente lleguen los nombramientos, el fin del asunto será mejor que el principio.
Hace unos años, un hermano ya mayor que estaba sirviendo de anciano se cambió a una nueva congregación.
Pero los ancianos de esa congregación no lo nombraron anciano de inmediato.
Pasaron un par de años antes de que lo nombraran siervo ministerial, no anciano.
Después pasaron unos años más.
Entonces, el hermano que solía ser anciano empezó a amargarse.
Sus sentimientos se reflejaban en sus palabras, pues incluso criticaba algunas de las decisiones de los ancianos.
Vamos a buscar Filipenses 2.
Uno de los ancianos habló con el hermano y le explicó que su mala actitud impediría que los ancianos volvieran a pensar en él para que sirviera de anciano.
Llegaron a la conclusión de que su mala actitud se debía a que le estaba dando demasiada importancia a su posición.
Aquel anciano le citó Filipenses 2:5-9.
El versículo 5 recomienda que tengamos la misma “actitud mental” que tuvo Jesús.
¿Y cuál era la actitud de Jesús con respecto a la posición?
El versículo 6 explica que Jesús no quiso colocarse al mismo nivel que Jehová.
En el versículo 7 vemos que, en lugar de tratar de escalar en posición, Jesús estuvo dispuesto a bajar de posición y convertirse en ser humano.
El versículo 8 indica: “Más que eso, al hallarse a manera de hombre, se humilló y se hizo obediente hasta la muerte, sí, muerte en un madero de tormento”.
Y al principio del versículo 9 leemos: “Por esta misma razón”.
¿Qué razón?
La razón de que Jesús, con buena actitud, aceptó una asignación más humilde, y todo para hacer la voluntad de Jehová.
¿Y cuál fue el resultado?
El mismo versículo sigue diciendo: “Por esta misma razón, también, Dios lo ensalzó a un puesto superior y [...] le dio el nombre que está por encima de todo otro nombre”.
El anciano de esta historia le preguntó al hermano si creía que estaba demostrando la misma actitud mental que Jesús tenía.
El hermano dijo: “No.
Estoy dándole demasiada importancia a la posición que tenía como anciano”.
El anciano le preguntó: “¿Y qué piensas hacer?”.
El hermano mayor respondió: “Debo empezar a trabajar desde cero para ser anciano y dejar de quejarme por mi posición actual”.
¿Cómo terminó la historia?
Habían pasado años sin que lo volvieran a nombrar anciano.
Pero solo 6 meses después de aquella conversación, el cuerpo de ancianos recomendó unánimemente que fuera nombrado.
¿Por qué?
Eclesiastés 7:8: “Mejor es el que es paciente que el que es altivo de espíritu”.
Aquel hermano murió unos años después, mientras servía felizmente como anciano.
El fin del asunto fue mejor que su principio.
Un enfoque más del texto de hoy: cuando ocurrió la rebelión en Edén, las cosas no se veían nada bien para la familia humana.
Pero Jehová corrigió la situación, y Jesús también puso de su parte.
Si nosotros somos fieles, ¿cómo saldrán las cosas para nosotros?
Sin lugar a dudas, nuestra recompensa cuando llegue el fin de este mundo será mejor que el principio.