El texto de hoy es Eclesiastés 7:10.
¿Qué les parece si leemos el texto completo?
Ahí dice: “No digas: ‘¿Por qué los tiempos pasados eran mejores que los de ahora?’.
Preguntar eso no es de sabios”.
Bueno, podría ser que una persona —cuando lea por primera vez este versículo— piense o diga que no está de acuerdo.
Por ejemplo, puede que una persona mayor piense que cuando era joven tenía mejor salud, era fuerte y le sobraban las energías.
Podía hacer prácticamente cualquier cosa que se propusiera.
Y tenía buena memoria.
Pero ahora que está mayor se cansa, se le olvidan las cosas y es un poco gruñón.
Quizás diga: “Es que los tiempos pasados sí eran mejores que los de ahora”.
O pudiéramos conocer a alguien que tuvo que dejar Betel o cualquier otra faceta del servicio especial de tiempo completo.
Y ahora echa de menos el tiempo en el que estuvo en Betel o en el que fue precursor o sirvió de misionero.
Y ¿qué pasa si estamos en Betel y nos cambian a otro departamento?
Ahora tenemos que adaptarnos a una nueva rutina, aprender a hacer un trabajo diferente, y nuestro superintendente no es el de antes; nos gustaba más el anterior.
Quizá pensemos “Los tiempos pasados eran mejores que los de ahora”, ¿verdad?
Bueno, ¿y qué nos ayudará a entender mejor la idea de Eclesiastés 7:10?
Volvamos al ejemplo anterior del hermano mayor. La Atalaya de la que se saca el comentario dice que un hermano mayor que es humilde se esfuerza por tener un punto de vista realista de cómo eran las cosas en el pasado.
¿Y por qué es bueno ser realistas?
Porque, aunque es cierto que en el pasado algunas cosas eran mejores, ahora muchas son mejores que antes.
Por ejemplo, puede que una persona tuviera más energía y fuerzas cuando era joven, pero con el tiempo ha aprendido a trabajar de manera más eficiente, más inteligente.
Así que generalizar y decir que los tiempos pasados eran mejores no es realista, no es sabio, como dice el versículo.
Además de ayudarnos a ser realistas, Eclesiastés 7:10 también nos ayuda a sentirnos contentos.
¿Cómo?
Bueno, pues si siempre estamos pensando que el pasado fue mejor, ¿estaremos contentos con el presente?
Difícilmente.
Es probable que nos sintamos insatisfechos, como si quisiéramos volver al pasado.
Pero ¿es eso realista?
¿Nos hace más felices?
No, no es sabio.
Eclesiastés 7:10 también puede ayudarnos de una manera mucho más importante.
Un artículo de una Guía de actividades del 2018 dijo: “Cuando afrontamos problemas, es fácil echar de menos los viejos tiempos y quizás pensar en cómo era nuestra vida antes de conocer a Jehová.
Al hacerlo, con frecuencia exageramos los buenos recuerdos y minimizamos los malos.
Eso fue lo que hicieron los israelitas después de salir de Egipto”.
¿Por qué decimos esto?
Bueno, el relato al que se refiere este artículo es el de Números 11:5, 6.
Leámoslo juntos.
Ahí los israelitas dijeron: “¡Cuánto echamos de menos el pescado que comíamos gratis en Egipto, y los pepinos, las sandías, los puerros, las cebollas y los ajos!
Pero ahora nos estamos quedando sin fuerzas.
Lo único que vemos es este maná”.
Bueno, la nostalgia les hacía ver el pasado de color rosa.
Recordaban el pescado, las sandías, las verduras…, pero no la dura esclavitud que hacía que sus vidas fueran miserables.
Pensaron que los tiempos pasados fueron mejores.
Pensar tanto en el pasado los dejó ciegos, no podían ver todo lo que Jehová estaba haciendo por ellos en ese momento.
Por ejemplo, les dio el maná.
El maná aparecía cada mañana de la nada, en medio del desierto.
Los israelitas no tenían que arar la tierra, no tenían que plantar semillas, no tenían que regar…, y para cosechar solo tenían que recogerlo todas las mañanas.
No hay duda de que el maná era un alimento perfecto.
Les daba todos los nutrientes que necesitaban.
Era una comida sencilla.
Y, además, muy sabrosa.
La Biblia dice que “sabía como una galleta dulce con aceite”.
Suena bien.
Además, el maná tenía otro beneficio en el que quizá los israelitas no habían pensado.
Recuerden que ellos nunca sabían cuándo se iba a elevar esa nube milagrosa.
Si eso ocurría, todo el campamento tenía que seguirla para ir a otro lugar.
Piensen en esto.
Imagínense que ellos se hubieran llevado algunas semillas de sandía de Egipto.
Ahora las plantan, las riegan y, de repente, ¿qué pasa?
Que la nube se eleva y todo el pueblo tiene que irse.
¿Y ahora quién va a cosechar las ricas sandías?
Así que, como vemos, el maná era la solución perfecta en todos los sentidos.
Pero, por estar pensando tanto en el pasado, los israelitas no vieron todo lo que Jehová estaba haciendo por ellos en ese momento.
Así que ¿qué aprendemos de Eclesiastés 7:10?
Que pensar siempre que los viejos tiempos eran mejores no nos permite ser felices y, si no lo somos, podríamos dejar de agradecer a Jehová todo lo que está haciendo por nosotros en el presente.
Y a los israelitas esa ingratitud los llevó a desobedecer a Jehová y finalmente perder su amistad con él.
Me gustaría leerles lo que dijo una Atalaya del 2012: “Claro, no hay nada de malo en que meditemos en nuestros actos para aprender de ellos o que reflexionemos con cariño en los buenos recuerdos.
Pero es importante que mantengamos una perspectiva realista.
Si perdiéramos el equilibrio, podríamos llegar a sentirnos […] descontentos con nuestras circunstancias”.
Bueno, es cierto que en el pasado algunas cosas pueden haber sido buenas.
Quizás teníamos mejor salud, pero no era una salud perfecta.
O quizá disfrutábamos de algunas asignaciones teocráticas o teníamos una excelente relación con nuestro superintendente.
Pero ¿puede compararse alguna asignación o alguna relación que tengamos con alguien a las bendiciones que recibiremos en el futuro?
Claro que no.
Como dijo nuestra Guía de actividades: “Es mucho mejor pensar en las bendiciones que tenemos ahora y no perder de vista las que tendremos bajo el Reino [de Dios]”.
¿Y no es cierto que las dificultades a las que nos enfrentamos a menudo nos refinan?
Nos hacen mejores cristianos.
Así que, en vez de permitir que la nostalgia nos haga idealizar el pasado, tratemos de estar contentos con el presente y concentrémonos en el Reino y en la vida que realmente es vida.
Así seremos felices y será menos probable que le fallemos a Jehová.
Como nos recuerda Eclesiastés 7:10, los tiempos mejores no son los pasados, sino los que están todavía por venir.