William Turner: Demos a conocer “las buenas noticias” (Rom. 1:16)

“¿Qué sientes al tener a tu lado al Señor, al cumplir con tu deber en esta gran labor?”.

¿Conocen esta canción?

¿No les encanta?

¿Pero se han puesto alguna vez a pensar en la letra?

¿Qué sienten?

Porque, en realidad, Jehová les ha dado a sus siervos un impresionante y tremendo privilegio: la labor de predicar el Reino y hacer discípulos.

Claro, el trabajo que hacemos aquí en Betel contribuye a la predicación de una forma muy bonita y especial.

Pero hay que reconocer que ayudar a alguien a quien le hemos predicado y ver cómo progresa hasta el punto de dedicar su vida a Dios y bautizarse es algo realmente único.

El comentario para el texto de hoy menciona la gratitud y la bondad inmerecida.

Y estas dos cualidades son muy buenas porque nos motivan, nos mueven a actuar.

Nos llegan a lo más profundo.

¿Por qué es importante que nuestros sentimientos estén envueltos cuando predicamos?

Por ejemplo, pensemos en la persona que mejor ha predicado en la Tierra, el Gran Maestro, es decir, Jesucristo.

Abramos la Biblia en Lucas, capítulo 19.

Aquí encontramos un relato en el que Jesús demostró que amaba a los demás y se preocupaba por ellos.

Lucas 19:41.

Dice: “Cuando llegó [es decir, Jesús] cerca de la ciudad y la vio [a Jerusalén], lloró por ella”.

¡Qué interesante!

Como hemos leído, Jesús se puso tan triste que lloró.

Sus ojos se llenaron de lágrimas cuando pensó en la gente, en que rechazaron el mensaje y en lo que le ocurriría a la ciudad.

¿No muestra eso que amaba a la gente?

Y, por supuesto, él demostró ese amor durante todo el tiempo que estuvo en la Tierra.

Claro, tal vez no nos pongamos a llorar cada vez que vamos al territorio a predicar.

Pero, sin duda, queremos imitar a Jesús porque es muy importante que amemos a la gente y que lo demostremos.

Eso me recuerda una conversación que tuve hace tiempo con una misionera.

Ella me estaba hablando de sus circunstancias y en aquel momento sentía que, como máximo, podía atender bien 10 cursos bíblicos.

Le pregunté y me dijo que había tenido hasta 20, pero que ya había podido pasar 6 a otros hermanos.

Y dijo: “Pero hay 4 que no los puedo pasar.

Esas personas son parte de mi vida.

¡Es que no puedo dejarlas!”.

Todos quisiéramos tener ese problema, ¿verdad?

¿No demuestra eso que la hermana amaba a la gente?

Ponía su corazón en el ministerio.

Claro, es cierto que la predicación es una labor maravillosa, pero hay que reconocer que no siempre es fácil llevarla a cabo.

Quizás a veces nos sentimos como el profeta Jeremías.

Recordarán que él le dio a Jehová varias razones para que no lo eligiera como profeta.

Que era muy tímido, demasiado joven, que no sabía hablar bien...

Y luego, cuando empezó a profetizar y muchos se opusieron y se rieron de él, veamos cómo se sintió.

Por favor, vayamos a Jeremías, capítulo 20.

Jeremías 20. Leamos desde la segunda parte del versículo 8: “Y las palabras de Jehová han hecho que la gente me insulte y se burle de mí todo el día.

Entonces dije: ‘No hablaré de él y no hablaré más en su nombre’ ”.

¿Se ha sentido alguna vez como el profeta Jeremías?

¿Alguna vez ha sentido que no tenía ganas de hablar a otras personas de Jehová?

Quizás pensamos las mismas cosas que él: que somos tímidos, que nos ponemos nerviosos, que la gente no nos escucha...

O simplemente puede que estemos cansados.

Tal vez nos sentimos sin energías en ese momento.

¿Es normal que nos sintamos así a veces?

Claro que sí.

Pero fijémonos en lo que Jeremías dijo después.

Terminemos de leer el versículo 9: “Pero sus palabras se volvieron en mi corazón como un fuego ardiente encerrado en mis huesos, y me cansé de contenerlas; no pude soportarlo más”.

¿Se fijaron?

El amor de Jeremías por Jehová, su entusiasmo por la verdad, su fuerte espiritualidad...

Todo eso fue lo que lo ayudó a tener el deseo de cumplir su comisión y también a ser capaz de superar los momentos de desánimo por los que pasó en aquel tiempo.

Ahora, veamos dos de las formas como podemos implicarnos emocionalmente en la predicación y no perder nuestro amor por la gente.

Primero, el ejemplo de Jeremías nos enseña que no hay nada que pueda reemplazar al estudio de la Palabra de Dios.

¿Se fijaron en qué era el “fuego ardiente” encerrado en sus huesos?

El versículo 8 dice que eran “las palabras de Jehová”.

No hay duda de que Jeremías valoraba mucho la Palabra de Dios.

Cuando la leyó, se dio cuenta de que necesitaba contar a otros el mensaje de Dios.

Y tiene el mismo efecto en nosotros.

Estudiar la Palabra de Dios fortalece el amor que sentimos por Jehová.

Y nos recuerda que vivimos en los últimos días, muy cerca del fin, y que tenemos que hacer todo lo posible por encontrar a los que tienen “la actitud correcta para obtener vida eterna”.

Claro, es normal que, de vez en cuando, todos nos desanimemos un poco.

Pero, si valoramos lo que estudiamos en la Biblia y le pedimos ayuda a Jehová, él nos dará el espíritu santo que necesitamos.

Él nos puede dar la ayuda necesaria para predicar con valentía y ser eficaces en el ministerio.

Y lo segundo que nos puede ayudar es poner en práctica las sugerencias que nos da el esclavo para que mejoremos nuestra predicación.

Quizás antes nos resultaba más difícil predicar porque nos exigíamos demasiado a nosotros mismos.

Puede que pensáramos que teníamos que hacer la presentación perfecta o que teníamos que dejar cierta cantidad de publicaciones.

Pero qué bueno es ver que se han hecho cambios en nuestra manera de predicar y que ahora nos centramos más en iniciar conversaciones.

Nos sentimos más tranquilos.

Se nota que Jehová y el esclavo nos quieren.

Y, con la ayuda de la oración y del espíritu santo, una simple conversación puede llevarnos a hablar de Jehová.

Pensemos por unos instantes en el ejemplo de Jesucristo.

¿Se imaginan cuántas oportunidades de predicar debió tener tan solo empezando conversaciones?

La más conocida es cuando habló con la samaritana en el pozo, que está en Juan, capítulo 4.

Como resultado, no solo ella aprendió la verdad, sino que muchas otras personas se hicieron creyentes después de aquello.

Y todo empezó por una simple conversación en la que Jesús pidió un poco de agua.

Claro, los que servimos en Betel puede que no salgamos a predicar de casa en casa tanto como nos gustaría, pero seguramente sí que se nos presentan oportunidades de empezar conversaciones cuando viajamos o vamos a otros lugares.

En la Guía de actividades de septiembre de 2018 había un artículo, “Inicie conversaciones que quizás le permitan predicar”, que daba sugerencias buenísimas, muy prácticas, que podemos utilizar.

Si probamos estas sugerencias, bueno, estaremos demostrando que agradecemos la ayuda que Jehová nos da.

Esta es la mejor forma de aprovechar nuestro tiempo.

Como hemos visto, hay muchas formas de mostrar gratitud.

Pero hay dos en particular que podemos aplicar: estudiar la Biblia y poner en práctica las sugerencias para mejorar nuestro ministerio.

Así que imitemos a Jesús, a Jeremías y a muchos otros fieles testigos de Jehová, y hagamos todo lo posible por poner el corazón en el ministerio.

Así demostraremos que amamos a Jehová y a las personas y que valoramos mucho nuestra comisión de predicar las buenas noticias.

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