Este texto se basa en el artículo de La Atalaya “Sirva a Jehová antes de que lleguen los días calamitosos”, que explicaba Eclesiastés 12:1: “Acuérdate de tu Magnífico Creador”.
Hay que admitir que algunos de los presentes ya vivimos en esos días calamitosos.
Abramos la Biblia y leamos Salmo 90:10.
Dice: “Los días de nuestros años son setenta años; y si debido a poderío especial son ochenta años, sin embargo su insistencia está en penoso afán y cosas perjudiciales; porque tiene que pasar rápidamente, y volamos”.
Esto nos recuerda las palabras de Barzilai que aparecen en 2 Samuel capítulo 19: “¿Como qué son los días de los años de mi vida, para que yo suba con el rey a Jerusalén?
Tengo ochenta años de edad hoy.
¿Pudiera yo discernir entre lo bueno y lo malo,
o pudiera tu siervo gustar lo que comiera o lo que bebiera, o pudiera escuchar ya la voz de cantores y cantoras?”.
Por experiencia propia les digo que, si pasamos de los 80, aunque los pajaritos canten por la mañana, no los oímos... ya estamos muy viejos.
No hace falta explicar que la sabiduría viene con la edad.
Esta es una gran ventaja para los que pasamos de los 80.
De hecho, la Biblia dice que la canicie “es corona de hermosura cuando se halla en el camino de la justicia”.
Varios textos en las Escrituras Hebreas hablan de las personas de edad avanzada en términos muy favorables.
Uno de ellos dice: “Ante canas debes levantarte, y tienes que mostrar consideración a la persona del envejecido o de la envejecida, y tienes que estar en temor de tu Dios.
Yo soy Jehová”.
Jehová nunca nos abandona, aunque hayamos envejecido.
Jamás olvidará lo que hicimos cuando éramos jóvenes y fuertes.
Esto me hace pensar en algo que me pasó cuando era niño.
Mi papá me dijo que llevara a nuestros dos mulos, Tormento y Viejo Trueno, al río para que tomaran agua.
Más tarde me preguntó si lo había hecho.
Yo le dije: “Sí, llevé solo a Tormento
y le di un poco de agua.
A Viejo Trueno no lo llevé porque no ha hecho nada en todo el día; ni siquiera ha salido del establo”.
Mi papá me contestó:
“Quiero que regreses y lleves a Viejo Trueno al río para que tome agua también.
Él ha trabajado duro toda su vida para que nosotros tengamos algo que comer.
No lo vamos a descuidar ahora solo porque está viejo”.
Aquella lección se me quedó grabada y me hizo pensar en lo que dice la Biblia en Hebreos 6:10: “Porque Dios no es injusto para olvidar la obra de ustedes y el amor que mostraron para con su nombre, por el hecho de que han servido a los santos y continúan sirviendo”.
Jehová quiere que sigamos adelante aunque seamos mayores, que prediquemos, aunque quizás menos
pero que no dejemos de hacerlo.
Hablemos de las buenas nuevas y de Jehová con los jóvenes.
El Salmo 78 nos dice que hablemos de él a las nuevas generaciones, que relatemos sus obras maravillosas a los niños.
Así que si ya pasamos de los 80, 60 o 50 años ustedes fijen la edad del adulto mayor, tenemos esa gran responsabilidad.
¿Cuándo y dónde podemos hacerlo?
¿Cómo podemos animar a los jóvenes?
No puedo decirles exactamente cuándo y dónde.
No conozco sus circunstancias, pero, por ejemplo, pudieran hacerlo en casa.
Una vez, mientras yo era superintendente de distrito, un miembro del Cuerpo Gobernante
nos invitó a mi esposa y a mí a venir a su estudio de familia en su habitación.
Bueno, pensamos, ¡qué gran privilegio, qué honor estar en la compañía de un miembro del Cuerpo Gobernante y su esposa!
Todos juntos estudiamos los materiales
para la Escuela y la Reunión de Servicio.
Al salir, mi esposa me dijo: “¿Te fijaste?
¡Estudian igual que nosotros!”.
Bueno, así deberíamos estudiar todos.
¿Y qué hay de la predicación?
Disfrutemos del momento con los jóvenes con quienes estemos trabajando.
Y en la adoración matutina aquí, sonría y diga “buenos días”, aunque solo le alcance para eso tan temprano por la mañana.
Y cuando comamos con otros, expresemos cómo nos ha ayudado Jehová todos estos años.
Y al viajar a las reuniones y de regreso, contemos algo que nos haya alegrado el día.
¿Y durante los intermedios de las asambleas?
Si piensan que están demasiado cansados para caminar, por lo menos sonrían a los demás desde su asiento.
En la enfermería, el personal nos hace olvidar el dolor haciéndonos reír.
¡Enseñémosles una foto de nuestra boda hace 60 años!
Se sorprenderán de cuánto hemos cambiado y tendrán tema de conversación para cuando nos marchemos.
Hermanos mayores, no se fijen en lo que ya no pueden hacer.
Den lo que puedan, y háganlo con alegría.
Compartan lo que tengan con la nueva generación.
Animarán a los más jóvenes y complacerán a Jehová.
¿Y ustedes, jóvenes?
La Biblia les aconseja que se acuerden de su Magnífico Creador durante su juventud, antes de que lleguen los días calamitosos.
Esos de seguro llegarán, y les van a caer como un balde de agua helada.
Y no hay nada que puedan hacer para evitarlo.
Es parte de la vida en este mundo y consecuencia del pecado.
Jehová sabe lo que podemos dar, y no espera que demos más de lo que tenemos.
Hagan su mayor esfuerzo, sigan trabajando en la obra del Reino.
Ofrezcan su juventud y energías a Jehová.
Nunca se van a arrepentir: Jehová nunca olvidará el amor que hayan mostrado por su nombre.
Y se encargará de que tengan bien segura la esperanza hasta el fin.