Esta mañana vamos a hablar de llevar “el cinturón de la verdad” siempre bien ajustado.
¿Por qué es tan importante?
En el mundo en el que vivimos predomina la desinformación y nos bombardean con mentiras y falsedades.
Además de todo eso, los testigos de Jehová sufrimos toda clase de ataques verbales, ¿verdad?
La gente nos acusa de cosas horribles, y eso puede desanimarnos.
Es por eso que tenemos que asegurarnos de llevar “el cinturón de la verdad” bien colocado, ajustado.
¿Y cómo lo ajustamos?
Claro, hay muchas maneras de asegurarse de que uno tiene la verdad.
Pero hoy quiero hablar de una cosa en particular que puede ayudarnos.
¿Cuál es?
Volver a nuestras raíces.
De vez en cuando preguntémonos: “¿Qué fue lo que me convenció a mí o a mi familia de que esta es la verdad?”.
Meditar en esto puede fortalecer nuestra decisión de continuar en la verdad.
Y así es como si estuviéramos ajustándonos el cinturón.
Y los que usamos cinturón sabemos que hay que ajustárselo muy bien.
Dicho esto, si alguno me visita en la oficina, verá que tengo dos cosas que suelo mirar de vez en cuando.
Una es esta publicación.
Al verla, quizás piensen lo mismo que dijo mi esposa hace unos días: “¿No tienes otra en mejor estado?”.
La verdad es que no se ve muy bien.
Entonces, ¿qué hace este libro en mi biblioteca?
Bueno, este es el libro “Sea Dios veraz” con el que mi madre comenzó a estudiar en 1956 cuando le predicaron.
Le tengo cariño porque en ese entonces yo tenía 18 meses y, como pueden ver en esta hoja, no tenía ninguna posibilidad de acabar en el Departamento de Redacción o el de Arte.
Pero se ve que me gustaban los libros ya desde niño.
En fin, le tengo tanto aprecio porque ayudó a mi madre cuando se enfrentó a cierta oposición.
Estaba empezando a estudiar el libro cuando un predicador metodista y un misionero fueron a verla a su casa para convencerla de que dejara de estudiar con los Testigos.
¿Y qué hicieron?
Bueno, criticaron a los Testigos, dijeron muchísimas mentiras y todos los comentarios negativos que se les ocurrieron sobre los Testigos.
Cuando ellos se fueron, mi madre cuenta que se sintió muy desanimada, muy aplastada, por lo que le habían dicho.
¿Qué hizo ella?
Ella tomó su vieja Biblia y buscó un versículo que acababa de estudiar en el párrafo 5 del primer capítulo de este libro.
Si quieren, pueden leerlo conmigo.
Si tienen un dispositivo electrónico, les será muy útil porque hoy quiero leerles Isaías, capítulo 8, versículo 20, tal y como lo encontramos en la Biblia King James Version. Isaías 8:20.
Si tocan sobre este versículo, pueden leer de esta versión en inglés.
Ahí dice: “A la ley y al testimonio.
Si no hablan según esta palabra, es porque no hay luz en ellos”.
Eso le llegó al corazón y le ayudó a tomar la decisión de seguir estudiando.
Si ustedes son como yo, quizás se pregunten qué es ese testimonio, a qué se refiere.
Pero, en la revisión de la Traducción del Nuevo Mundo, este versículo se entiende mejor.
Dice: “¡En vez de eso, deben consultar la ley y la confirmación escrita!
Cuando no hablan de acuerdo con estas palabras, no tienen luz”.
Mi madre enseguida se dio cuenta de que esos dos visitantes no le habían mostrado nada de las Escrituras.
Más bien, solo dijeron lo que ellos pensaban de los testigos de Jehová.
Esto le ayudó a comprender que, como dice el capítulo 1 de “Sea Dios veraz”, todo lo que creemos acerca de Dios tiene que basarse en su Palabra inspirada, la Biblia, es decir, en la confirmación escrita.
Así que esta es la primera lección, un punto que yo siempre quiero recordar.
Sin importar lo que digan de nosotros, sin importar las críticas que nos hagan, algo que nos anima es recordar que nuestras creencias están firmemente basadas en la Biblia.
La segunda cosa que verán en mi oficina es esta Atalaya. Es del 15 de febrero de 1955.
Así que, si la ven en mi oficina, quizás piensen: “Ah, la tiene ahí porque él nació tan solo un par de semanas después de esa fecha”.
Pues no, no es por eso.
La tengo porque es la segunda cosa que ayudó a mi madre a ponerse de parte de la verdad.
Había dos hermosos artículos en esta Atalaya. El primero se titulaba “Sólo una religión correcta”.
Y fíjense en cómo empieza: “Si usted paga por trigo ¿quedará contento con paja?
Si compra vino ¿aceptará agua?
O si tiene sed de agua ¿quedará satisfecho con lodo?
¿[Y…] si alguien se dirigiera a usted para darle prueba de que alguien le estaba defraudando así?
¿Se enojaría usted con esa persona o con la que le estuviera robando?”.
¡Qué gran comienzo para un artículo!
Y luego hablaba de cómo el pueblo de Jehová hoy día está enseñando la verdad de la Palabra de Dios.
Pero en esta revista hay otro texto que ayudó mucho a mi madre.
Acompáñenme, por favor, al libro de Jeremías, Jeremías 23.
Vamos a leer los versículos 28 y 29, pero antes fijémonos en el contexto.
En los versículos anteriores se mencionan falsos profetas: profetas que dicen mentiras, que tienen sueños y que luego tratan de explicarlos.
Y el versículo 27 dice que son los mismos que intentan que la gente se olvide del nombre de Dios.
¿Y qué dicen los versículos 28 y 29?
“ ‘[…] El profeta que tenga un sueño, que lo cuente; pero el que tenga mis palabras, que diga mis palabras fielmente’.
‘¿Es que se parecen en algo la paja y el grano?’, afirma Jehová”.
¿No les recuerda esto lo que decía La Atalaya sobre la paja y el grano?
Lo importante aquí es que tenemos que enseñar la Palabra de Dios fielmente.
El segundo artículo de estudio de esta revista, que también es muy bueno, ayuda a ver la necesidad de buscar la religión verdadera.
Se titula “Escogiendo la única religión correcta”.
En este artículo se señala que la gente a veces dice: “Bueno, yo no tengo tiempo de examinar todas las religiones del mundo.
¿Cómo voy a encontrar la verdad?
Es lo mismo que buscar una aguja en un pajar”.
Esta revista, basándose en lo que dijo Jeremías, dice “Claro, para encontrar una aguja en un pajar, no es necesario ir mirando paja por paja”.
De hecho, se recomienda algo radical: primero quemar el pajar y luego buscar la aguja con un imán.
¿Qué se quiere destacar?
Como se sigue explicando, Jeremías dijo que la Palabra de Dios es como un fuego; según el versículo 29, un fuego que consume la paja.
Así que no tenemos que ir por ahí examinando todas las enseñanzas de las diferentes religiones.
Sería buscar en un enorme pajar.
En cambio, cuando estudiamos la Biblia y descubrimos sus verdaderas enseñanzas, es muy fácil identificar cualquier cosa que no valga, que sea paja.
Y nos quedamos con la verdad.
Sí, esto nos convence de que tenemos la auténtica verdad.
Porque, si una religión ni siquiera enseña el nombre de Jehová, ¿por qué vamos a creer lo que diga?
Y, si enseñan que la gente mala va a ir al infierno, ¿por qué vamos a creer lo demás que digan?
Sobre todo, si son críticas contra el pueblo de Jehová.
¿Y qué hay de usted?
¿Qué fue lo que lo convenció de que tenía la verdad?
Es bueno hacerse esa pregunta de vez en cuando.
En mi caso, recuerdo esas dos lecciones de mi madre.
La primera, del libro de Isaías: asegurarnos de que lo que creemos se basa en la Biblia.
Y la segunda es que no tenemos que analizar todo lo que nos vengan contando.
Cuando sabemos la verdad de la Biblia, podemos reconocer lo que es verdadero y lo que es falso.
No tenemos que escuchar al “padre de la mentira”, sino creer firmemente en “el Dios de la verdad”.